La especie «la Masonería que no habla inglés no es Masonería», es un reto
gratuito e injusto lanzado por el difunto Dr. Robbins al rostro de los masones
del mundo, del cual no se haría solidaria ni su Gran Logia de Illinois ni
ninguna otra norteamericana. No seré yo, por cierto, el que venga aquí á
recoger el guante tan impremeditadamente arrojado: campeones tienen los latinos
y germanos más obligados á hacerlo; pero siquiera séame permitido
en estas líneas dar salida de algún modo, como válvula de escape, al
vapor que tanto tiempo hace está en mi pecho comprimido, y aliviar, tal vez, el
escozor que en mi espíritu produjeran semejantes palabras.
Esa igualdad abstracta en todas las instituciones de todos los tiempos y
todos los pueblos es una quimera que sólo los espíritus estrechos ó malsanos
han querido ó han pretendido encontrar. Ni aun ¡a Iglesia católica, la mayor de
las colectividades civilizadas, ha podido lograrla. Sálvense los principios,
los dogmas, evolucionen todos al mismo fin y habremos logrado nuestro ideal.
La Masonería actual ó especulativa es una Institución puramente inglesa,
hecha por el pueblo inglés para ellos mismos y extendida más luego al resto del
universo porque se comprendió su utilidad. ¿Podría en absoluto coadyuvar á ese en
cualquier otro pueblo la mi misma manera que lo hace el
inglés? ¿Son acaso los hábitos
de este último, sus costumbres, su
medio ambiente, su historia, su cultura,
la de las demás naciones? Claro que no.
¿Pues cómo puede
pretenderse que por ese camino se llegue al mismo fin?
En el inglés domina su
extremado individualismo, es disciplinado, socialmente hablando, subordinado en
sus jerarquías, hereda de los normandos sus hábitos de organizador y dominador,
á lo que le ayuda su situación geográfica; de los celtas recibió el instinto de
la fraternidad y el amor á la sociedad, aunque á primera vista parece
excéntrico y hasta huraño, pero en su fondo es todo lo contrario.
Puede que no sea tan
sensible como el latino, ni que tenga tanta imaginación, ni cree con tanta
facilidad, pero todo eso lo suple con la confianza que tiene en sí mismo, con el
espíritu de investigación, con el respeto incondicional á la ley y con el culto
que rinde al éxito.
Es religioso, pero no
fanático; acata la religión como base de la moral y hace esfuerzos inauditos
para perfeccionarse.
En política,
evoluciona constantemente y de ese modo ha logrado tener un Gobierno estable,
democrático en su base, aunque su aristocracia sea de las más exigentes; es
monarquía en el nombre, república de hecho, ha dado entrada al sufragio y se la
está dando al socialismo, alberga en su seno á todos los proscriptos de la
humanidad, ha educado sus colonias bajo la base de la libertad, y, aunque tenga
sus lunares, como Juana de Arco y Santa Elena, tiene también sus glorias, que son
innúmeras, consiguiendo hoy ser el pueblo más libre del mundo. Pues fue en ese
pueblo, protestante, y no muchos años después de su revolución, en la que
primero que Francia desafió el derecho divino de los reyes, que se desarrolló
la Masonería. Amante el inglés más del fondo que de la forma, dio á la nueva institución
el tipo de su Iglesia, el canto sustituyó el aparato de la Liturgia católica,
la leyenda hiramítica no dio lugar al discurso y al fantaseo neolatino; pensaba
más que sentía.
¿Podría decirse lo
mismo del pueblo español?
No creo necesario
detenerme mucho en presentaros la psicología de un pueblo con el cual estamos
tan ligados y cuyos representantes abundan tanto aquí. Plumas tan bien cortadas
como las de Altamira y Sanz y Escartín entre los españoles, Fouillée y Le Bon
entre los franceses, y otros muchos, lo han pintado más ó menos exactamente.
Muy pocos han sido los imparciales, abundando los que cometen la mayor de las
injusticias al negarle el derecho de evolucionar también y creerlo aún en la
Edad Media, entre autos de fe ó impulsados locamente por Amadís de Gaula ó
Palmerín de Inglaterra. No, la España de hoy no es la de Rodrigo de Vivar, ni el
espíritu del Cardenal Cisneros preside las aulas universitarias; lentamente
ella se desarrolla y sabe aprovecharse de sus lecciones.
No hay duda que el
espíritu caballeresco y romántico aún domina; que la sensibilidad irritable y
el exceso de amor propio no son muy difíciles de encontrar; que la indisciplina
es la comidilla diaria; que á menudo la violencia se sobrepone al maduro
juicio; pero también es cierto que existe en ese pueblo una gran voluntad, una
gran resistencia, una tenacidad inmensa, que si antes se evidenciaban en sus
luchas de doscientos años contra los romanos y de ochocientos contra los musulmanes,
hoy se comprueba con su campaña en contra de su mismo desgobierno y en pro de
la cultura y de la libertad de sus masas sociales.
El espíritu
conquistador del siglo XVI, tanto en lo religioso como en lo político, va
cediendo á la piqueta del libre pensamiento. Ni Corteses ni Pizarros existen ya
para conquistar indios, ni Teresa de Ahumada ni Francisco Javier resucitarán
para conquistar almas.
Es cierto, en medio de
todo, que el carácter español ha degenerado; cúlpese de ello á la Inquisición
(con perdón de JD. Juan Valera), que apoderándose de las conciencias
quitaba al pueblo toda iniciativa, toda vida propia; cúlpese de ello al
monaquismo, que al mismo tiempo que le robaba brazos á la agricultura y á la
industria, infundía el fanatismo y la ignorancia; cúlpese de ello á América, cuyo
oro, entrando á mares, infundía la idea de la ociosidad, la indiferencia por el
trabajo material y el desdén por las profesiones y la ciencia.
Pero el estado moral y
social actual de España deja mucho que desear todavía. La inmensa mayoría del
pueblo cree aún que el Gobierno hace al pueblo y no el pueblo al Gobierno; la
Iglesia tiene privilegios tan extraordinarios, que resulta una rémora; la
instrucción pública progresa á paso lento, porque no se le perdonan trabas; el pueblo está abrumado
por las sargas públicas; la falta de población no deja desarrollar la industria
que quiere tomar impulso, y parte de esa misma población hoy emigra á América
en busca de lo que en casa no encuentra. ¿De qué le sirve á ese pueblo ser
sufrido, tenaz y perseverante, si le faltan elementos reflexivos y prácticos, suficientemente
altruistas que lo dirijan?
Ahora decidme,
hermanos: ¿tiene la Masonería el mismo campo de acción en Inglaterra que en
España? ¿Es por ventura la misma labor en uno y otro lado? ¿Deben ser las
mismas armas de que se valgan los masones de uno y otro pueblo? ¿Cuál victoria
será mayor cuando se logre?
Pero no es solamente
España la que es objeto de nuestro estudio aquí, ni fue sólo Inglaterra la que
motivó la frase objeto de nuestra desinquietud. Son también los hijos de una y otra:
las ex colonias del continente americano, los desheredados de las Antillas y de
Sur América los que
levantaron su voz, que no por estar emancipados de la patria potestad pueden ni
deben renegar de su origen.
Los americanos del
Norte vinieron á la vida política ya preparados para la libertad; los hidalgos
ingleses venían á la Virginia, á la Georgia, á las Carolinas, á Maryland, á Pennsylvania
á hacer patria, á quedarse allí definitivamente, mientras que los Peregrinos, en
la Flor de Mayo, emigraban en busca de libertad religiosa, y los
holandeses y los suecos, al establecerse en Nueva York y Delaware, iban
dominados por un espíritu también de libertad. Esto sucedía desde los comienzos
del siglo XVII. Pero no fue hasta muy entrado el XIX, que empezaron á llegar á
la América española los verdaderos factores colonizadores, los que venían á
regar este suelo con el sudor de su frente. Antes los colonos eran frailes 6
empleados, factores muy poco á propósito
para el trabajo fundamental en la formación de los pueblos.
Pero no existe en
América esa línea divisoria tan exacta que caracteriza los límites nacionales
en Europa. La influencia de las otras naciones europeas, de la misma
Inglaterra,
Alemania, Francia,
Italia, hasta de Turquía, se ejerce entre las ex colonias; mientras que en esa
misma nación norteamericana, las dos terceras partes de ella, desde California hasta
Florida, desde el Erie hasta Tejas, son de origen latino, y aunque hoy no
hablen inglés sus habitantes, no están aún derribados los solares de sus
progenitores en Castilla ó Andalucía,
en Aragón ó Valencia, en Bretaña ó
en Orleans.
El conjunto, la colectividad nación es distinta en una ú otra sección. Y no es
porque ni una ni otra hayan dejado de tener puntos afines, porque humanos todos son,
pero unos y otros tienen que
considerarse de distinta manera;
los medios de gobierno, los métodos de
vida, el carácter varían y, por tanto, necesitan tenerse en cuenta. Es muy difícil creer que Washington, á pesar de su patriotismo, de su talento, de su honradez intachable, jamás hubiera podido vencer á Canterac 6 á Laserna, mientras que Bolívar nunca hubiese obtenido las espadas de Burgoyne ó de
Cornwallis.
Bien se están Saratoga
y Yorktown para nuestros hermanos del Norte, nosotros tenemos bastante con
Carabobo y Ayacucho.
Si Cochrane y Michael
Brown, de pura sangre inglesa, coadyuvaron á la independencia de Chile 6 la
Argentina, en cambio Lafayette, Rochambeau y otros muchos ayudaron á darle
libertad á América antes que á su misma Francia.
Pero basta ya de
disquisiciones político-sociales, necesarias para estimar la condición de los
pueblos de cuya Masonería, reflejo de su sociedad en general, vamos á ocuparnos
ahora.
Dígase lo que se
quiera, al desarrollarse nuestra Institución en Inglaterra en el siglo XVII no
dejó de tener múltiples tropiezos; la época de transición, el período anterior
al establecimiento de la Gran Logia, hasta que no se definió bien el aspecto
especulativo del nuevo organismo, fue de prueba, y aun mucho después de
funcionar la Gran Logia, cuerpo que se juzgó necesario, como acto de
centralización para la defensa propia, estuvo expuesta á caer más de una vez, y
si se salvó fue por tener en su seno una gran parte de la aristocracia inglesa,
que con su influencia le servía
de barrera. Conocidos de todos los que estudian son los ataques que por la
Prensa se le hacían, los millones de grabados en que se la ridiculizaba, las
procesiones en que los londinenses se burlaban de ella y hasta el ataque rudo
del clero católico al fundar éste la asociación de los gormógonos, única y
exclusivamente para hacerle la contra á la Masonería.
De todos esos ataques
triunfó la Masonería, no sólo por la bondad de su causa y por la excelencia de
sus defensores, sino por la cohesión
de sus miembros; pero, á pesar de todo, no pudieron evitarse las disensiones
intestinas; hubo cismas, hubo antiguo Sr, hubo modernos y hubo,
peor que todo eso, los inventores de Liturgias y Ritos que empezaron á desnaturalizar lo hecho. Del único grado primitivo, salió otro, y de ese, otro más, porque por algún tiempo reinaron sólo llamándose Masonería Primitiva. Pero no tardó en llegar el de Maestro de Marca y el del Arco
Real, que se daban hasta ayer casi en
la Gran Logia y, como si fuera
poco, aparecieron en la lid el
de Marinos del Arca Real, el de la Cruz Roja de Constantino, la Real Orden de Escocia, los múltiples de Templarios et cit de eceteris en
Inglaterra; que si á América nos referimos, ahí está Webb, que en sus nuevas Liturgias
se encargó de variar lo inglés y hacer el Rito americano, y después fueron los
mismos americanos los que, levantando el estandarte del Rito Escocés, que
aunque fundado en Francia, estaba ya casi exánime, organizaron el actual para
regarlo en seguida por el mundo entero. Los congresos y las convenciones se
sucedieron, variando algunos, como el de Baltimore en 1843, la manera de ser antigua de la Logia, haciendo
que se trabajara allá en Cámara de Maestro. Se estuvo
á punto de establecer una Gran Logia General y, como consecuencia del
fracaso de esa idea centralizadora, vino la reacción, y el resultado es que esa
misma Liturgia masónica, única después que se establecieron los tres grados
primitivos, no sea exactamente igual en Boston que en Filadelfia, en Tejas que
en New York, en Oregón que en Louisiana, y cuidado que si á las leyes llegamos,
nos encontraremos en un verdadero caos, lo que es lícito en un Estado no lo es
en el otro: la perfectibilidad física, la jurisdicción exclusiva, la cruzada
antialcohólica, las joyas, los adornos, todo varia.
Eso es en lo que toca á la forma, que en cuanto al fondo, si es verdad
que como país próspero las Arcas de los Tesoros están repletas y que hay Asilos
y se socorren viudas y necesitados y se ostentan soberbios Templos, también es
cierto que se cometen algunas extralimitaciones que constituyen verdaderos delitos,
cuales son las de no respetar la autonomía de las Grandes Logias y querer
imponerse unas á otras.
Pero no es eso sólo: en ningún país del mundo ha jugado la Masonería el
papel político como lo ha hecho en los Estados Unidos.
En ningún otro ha existido el partido antimasónico que, como tal,
tomara parte en la cosa pública y acudiera á las elecciones municipales
y de Estado y Presidenciales; su influencia arrebató á Henry Clay, Gran
Maestro de Tennessee, la Presidencia de la República y hombres
como Seward y Thurlow Weed y muchos más nos hicieron la guerra. Es cierto que este partido no
lo formaban masones, pero,
con franqueza lo decimos, fue provocado por ellos, por su intransigencia en el asunto de William Morgan.
Esa es, hermanos, la
Masonería que habla inglés.
Conferencia
en la leída de la Asociación de Veteranos Masones a la Logia "Unión
Ibérica" de los Vall.', de la Habana, la noche del 21 de Febrero de 1910, por
el ll.'. y Pod.'. h.'. F. de P. Rodríguez
Gr.-. 33.
Publicada
en el Boletín de Gran Oriente español 24-12-1910