Lo mismo que definir, ubicar y determinar el origen de la
idea masónica, es complejo y siempre
será incompleto, debido a que es una idea
dialéctico-progresiva en constante renovación. Su entorno y espiritualidad determinan el objeto y fin individual o colectivo de esta.
Pudiéramos mencionar, corrientes de pensamientos, tendencias, personajes y
hechos sociales relevantes al respecto, pero estaríamos desactualizados y
obsoletos en el concepto mismo de la idea. No obstante como hecho social la
Masonería por el amplio espectro de su obra debemos al menos como referencia,
ubicarla o situarla a partir de. Como es lógico desde nuestro punto de vista
debemos referirnos a algún que otro personaje o hecho relevante que haya marcado tendencia o más
bien el rumbo del concepto masónico con la primordial idea de unir a los hombres
de buena voluntad. Llevar el orden al
caos, unir lo disperso y que haya luz en la oscuridad es su meta.
En primera instancia pudiéramos hacer referencia a
definiciones, conceptos y características que pueden ayudarnos a hacernos una
idea, aunque superficial de lo que hoy conocemos como Orden Masónica o
sencillamente Masonería. Su esencia la
vemos en sus rasgos más característicos desde el punto de vista doctrinal como
su carácter
iniciático y su eclecticismo, su objeto podemos situarlo en su fin, la regeneración humana. Elementos
que para los entendidos determina el papel
social y humanista de la Orden.
Para los que no, podemos decirles que la Masonería no ha inventado nada, ha
tomado prestado cuanto elemento pueda
mezclar y aplicar que de bueno pueda
servir al ser humano, individual y colectiva- mente para poder cumplir a cabalidad
su misión sobre la tierra. Aunque como
decimos los masones, cumplir con nuestros tres sagrados deberes: Para consigo
mismo, para con nuestros semejantes y para con el Creador. Hoy día su naturaleza
institucional ya sea personal o colectiva es la selectividad, la tolerancia y la igualdad entre sus miembros.
No pretendemos aquí sentar cátedra ni dar una teoría, cuando mucho y más una
hipótesis, es más bien un punto de vista personal del cuándo y el cómo surgía
esta idea
masónica o algún que otro
personaje que puede haber determinado circunstancialmente en cuanto a lo
que conocemos hoy como fraternidad de “la escuadra y el compás”.
La mayoría de los historiadores no se ponen de acuerdo es en cuanto a su origen y otros reconocen su
desconocimiento al respecto. Muchos ponen sobre la mesa teorías, hipótesis,
conjeturas, suposiciones, supuestos todo
tipo y hasta especulaciones. Orígenes
antiquísimos que van más allá de lo
evidente. Lógicamente dan su origen en las primeras civilizaciones y en los
primeros sentimientos religiosos del hombre.Todos en sentido general y como
norma, no especifican ni determinan el cuándo ni el cómo. Esa amplia gama de
hipótesis se ubica en lo que algunos entendidos llaman pre-historia
de la masonería, o sea la poca antigua que se escapa a la historia. Una
manera sutil de conjeturar y suponer,
pero sin ubicar determinántemente el punto de partida, el inicio, el origen. Con toda la razón del mundo de las
antiguas civilizaciones hemos tomado, o
nos han aportado elementos para conformar esa esencia ecléctica de la que hoy
presumimos, filosóficamente hablando. Eso ha hecho que nuestra doctrina no se
pueda ubicar en una corriente doctrinal determinada.
Nosotros solo pretendemos aportar nuestro granito de arena
con algunas especulaciones que ponemos a vuestra consideración.
La Idea. Socializar y reflexionar
Como no nos arriesgamos
a nada concluyente, una conjetura no está de más. De ahí que muchas teorías bien hilvanadas se caigann por su propio peso, pues necesitan
de los elementos de otras para sostenerse.
Vamos a irnos bien atrás en el tiempo, al paleolítico, miles
de años atrás y decir que pensamos que la idea de la masonería surgió al
comienzo mismo de la sociedad, cuando se
hizo la luz, cuando el hombre descubrió
el fuego.
Ese preciso instante
en que el hombre perdió al miedo, pudo protegerse, pensar y meditar para descansar. El fuego le aporto ese estado de
bienestar y seguridad tan necesaria a la vida. Encierra el fuego en sí mismo un
amplio y profundo simbolismo: corresponde al punto cardinal sur, al color rojo, el verano
y los sentimientos del corazón, la luz y el bien. Tiene además este
elemento la capacidad de modificarse y transformarse. Casi al
unísono de su descubrimiento el hombre primitivo lo adoró y le rindió culto,
comenzaron a decantarse los primeros misterios y los antecedentes de las primeras religiones.
En cuanto a su culto y adoración, se dice que el primero en
adorarle fue el mito grecorromano de Prometeo, en algunos mitos Celtas y sobre
todo en Zoroastro, aunque también los
sacerdotes egipcios lo veneraban con importantes elementos rituales. Sus
trascendentales beneficios filosóficos y místicos fueron utilizados por la Orden
desde sus inicios ritualisticos, sobre todo en los ritos iniciáticos y algunos
conferimientos de grado, dado su poder renovador y purificador aportando a
la ceremonia ese halo de misterio y misticismo. Este elemento que junto al agua, el aire y la tierra conforman
la creación, es el que más ha aportado
al sentido religioso y místico del ser social.
El hombre ya tenía el Fuego, podía pensar y reflexionar sobre su entorno y aunque trajo serias
desigualdades, aportó un sentimiento de fraternidad,
el hombre socializó. Estos dos elementos por si solos pudieron sentar
las bases de la idea, solo faltaba hacerla Verbo. Ese primer cambio y transformación lo harían la sociedad, y el hombre. La sociedad “evolucionó”,
desarrolló su pensamiento y formas de
actuar, se conformaron los oficios y llego la arquitectura. Ese primer arte que también evolucionó
convirtiéndose en la base material de la Masonería. Aquella primera cueva donde
el hombre protegía al fuego se transformó en casas, en lugares de culto y luego
en templos donde se plasman la idea que desencadenaría el verbo.
Cada vez más el hombre sintió la necesidad de asociarse y reflexionar sobre lo
que pasaba a su alrededor y los misterios de la creación
ya que con el fuego, el culto al sol, la luz y el bien, llegaron también el mal y las
desigualdades, terreno propicio para llevar a la práctica esa idea. Por tal razón y con lo que nos brindaba el fuego comenzamos
a tomar conciencia. Con el tiempo el hombre experimentó, sintió, amó y
lucho contra sus propias debilidades y las debilidades de los demás. Tenía la
necesidad de satisfacer sus inquietudes espirituales y materiales. Pusimos la idea
a buen resguardo, en un Templo, a esa idea y en ese lugar
nos encomendamos a ella. Pero esa la idea debíamos transformarla en verbo, debíamos
actualizarla y renovarla.
Andando en el tiempo, el hombre fue evolucionando social y
religiosamente, Los cultos, los mitos y sus adoraciones se convirtieron en
religiones y creencias, todas las antiguas civilizaciones vieron en el Fuego,
un salvador y una Luz que les guiara. Paralelamente los mitos también tomaron
forma y Prometeo formó parte del Mito en sentido general, con una manera peculiar del
origen del sagrado elemento. Desde los sumos sacerdotes egipcios y griegos
hasta los sacerdotes de Zaratustra todos mostraban y adoraban al fuego como
elemento primordial, de ahí su veneración y espiritualidad. Pero a este
elemento se le debía dar cobijo, un altar y un lugar de adoración y culto, un
templo. Aquellas primeras cuevas se fueron transformando con al arte de la
arquitectura más arcaica en magníficos templos. Tal vez para que otros elementos,
el aire o el agua no apagaran la llama.
A medida que el
hombre evolucionaba en sus ideas hacia lo desconocido perfeccionaba su
arquitectura, mejoraba sus casas y también sus lugares de culto. Grandes
palacios se construyeron a la par de grandes templos. Por tal motivo Prometeo
ocupó un lugar cimero en la mitología griega y el culto al fuego ocupó un lugar
cimero en la vida del hombre. Los magníficos templos del antiguo Egipto y en la
arquitectura clásica greco-romana dieron a la sociedad esa sombra que propagaba
la luz del fuego. De igual manera toda esa grandeza material que iba acumulando el hombre le fue
arrastrando hacia un precipicio sin fin. El hombre en ocasiones debió cerrar
los ojos a los horrores que le rodearon y sentir los beneficios del fuego en lo
más profundo de su ser. El mundo no se
acabó en el año mil por no escuchar al fuego, fuimos engañados. Esa
grandeza humana también nos llevó a las más bajas pasiones, el hombre falleció,
pero tuvo que renacer, el humanismo renacentista nos ayudó a volver a tomar el camino de la
trascendencia del ser social y ver la importancia de las buenas acciones en la
creación. En eso el fugo también nos ayudó.
Con una idea primeramente arquitectónica y asociativa a los
ojos del Creador, producimos buenos
hombres y monumentales Templos. Desde los Collegia romanos, que trasmitieron
su arte de construir que fue recogido entre otros por los Magistri Commasinos y de
ahí al arte arquitectónico Gótico. El constructor se dio cuenta
que podía hacer grandes cosas como persona y a la gloria del Gran Arquitecto
del Universo. De manera
evolutiva y siempre ecléctica se fue
conformando la masonería primeramente como el arte sacro de construir. Aquellos
constructores medievales pudieron hacer templos como Amiens y Chartres para trasmitirles
algo a sus conciudadanos “iniciados”. Por eso se asociaron en gremios y Ordenes monacales. La masonería operativa dio sus primeros pasos, su primera
conformación social, pero de espíritu religioso y debíamos seguir avanzando. Este sacro arte arquitectónico se llenó se
misterios y simbolismos que solo los “iniciados” podían entender.
Se fueron conformando y redactando normas, estatutos y principios que
fueron estructurando esa incipiente idea.
Ya la Escocia Henry St Clair nos regaló la “Capilla de
Rosslyn” en el siglo XV. Un siglo más tarde Willian Shaw, ayudante general de
obras del rey James VI dio estatutos y estructuras a las Logias, aquel espacio contiguo a la obra donde los obreros trazaban
los planos y descansaban, también confraternizaban. Apareció entonces un
elemento trascendental, the Word of mason
y le agregamos un nuevo mecanismo al taller que iba camino a convertirse en una Logia, justa, perfecta y
regular, la memorización, este a su vez junto junto a la reflexión.
El periodo de algo
más de cien años entre la primera mitad de XVII y la del XVIII es crucial al primer espíritu masónico. A
aquellos masones canteros y albañiles se les unen en calidad de aceptados, los primeros miembros no
constructores u operativos, los primeros especulativos. Personajes ajenos al
oficio que traían prestigio social y
sobre todo, sus ideas ilustradas. Aquellos primeros aceptados eran hombres de
pensamiento que tenían por su capacidad y prestigio una gran influencia social.
Dos ejemplos claros, Sir Roberto Moray aceptado
masón en 1641 y Elias Ashmole aceptado en 1646, ambos con una relevante
trayectoria y aportes a aquella incipiente masonería inmersa en un franco proceso de transformación, iba de lo operativo
a lo especulativo. Comprendiendo a estos personajes como masones, podremos
entender su contexto social y trascendencia de la Masonería en aquellos tiempos.
El Verbo. ¿Para qué ser masón?
La sociedad era compleja y hostil, necesitábamos como hemos dicho, llevar a la práctica la idea
de regeneración, tolerancia y fraternidad, ¿pero cómo? de cierta forma con la ayuda de los
poderosos, si no puedes luchar contra ellos, únete a ellos. Aquella naciente
burguesía ilustrada era la única que podía hacer a nueva organización más potente, dándole prestigio e influencia. Se
crearon además las primeras sociedades filantrópicas y de ayuda, eso si, con puntos en común. Aquellos
primeros fundadores, más bien reorganizadores de la idea masónica, tenían
muchas carencias y limitaciones ya al fin y al cabo, ¿eran iniciados?
El 24 de
junio de 1717 inicio de la llamada masonería especulativa se convierte en un
punto de partida, un paso previo a la conformación de la idea. Pero en 1719 sucede
un hecho trascendente, es electo como G:.M:. de aquella naciente Gran Logia,
quien es para muchos el masón más eminente y trascendente de su tiempo. Ese
masón que dio un antes y un después a la
nueva sociedad y la transformó
cabalmente en Masonería. No era el capacitado cantero del gremio ni el suspicaz comerciante, era uno de los
científicos más relevantes, un pastor protestante, unas de las mentes más
preclaras de su tiempo, pero sobre todo era un hombre
libre y de buenas costumbres. Jean Teófilo Desagulier inglés de
origen francés es “iniciado”
probablemente antes de 1717 y por ende también un aceptado. Estudia en Oxford,
en 1709 se hace Licenciado en letras, en 1710 obtiene el diaconado anglicano y
luego capellán. Maestro en artes en 1712, posteriormente obtiene la cátedra de filosofía experimental (la física de hoy) y en 1718
doctor en derecho civil. Por sus amplios trabajos y grandes progresos científicos
se codeó hasta con el mismísimo Newton, llegando a ser un miembro destacado de
la Real Sociedad londinense.
Se dice que introdujo numerosos ceremoniales, como las
cenas rituales, el uso de la espada como elemento
simbólico, la biblia en sustitución de los antiguos deberes operativos como símbolo de la fe de los masones,
así como sus contribuciones en cuanto a la leyenda hiramica en el naciente
tercer grado. También es conocido su aporte y ayuda en la redacción de las Constituciones
de 1723. Un hecho que no debemos perder de vista y si analizar a fondo si tuviéramos
todos los elementos es su visita a la logia escocesa “Mary Chapell” de Edimburgo en 1721. Esto
supuso un gran paso en cuanto a los medios de reconocimientos y puntos en
común en claras convergencias entre estas dos organizaciones, aparentemente diferentes. Fue además
G:.M:.adjunto entre 1722 y 1725 cargo
que por razones obvias era quien guiaba la G:.Logia. Son consabidos además
sus piezas oratorias a favor de la fraternidad y el espíritu de tolerancia. Este
hecho vino a demostrar que la idea era cosmopolita, que
todos los que nos consagramos a ella somos uno solo.
Ya con la idea más o menos concebida, algunos enemigos
conseguidos y un vasto trabajo por hacer solo faltaba ir a nuestra conciencia,
al trabajo individual y social, de o especulativo a lo real, de la teoría a la
práctica para nuestra renovación individual
y colectiva. De todas maneras faltaría mucho tiempo todavía para que la
Orden se asociara a la idea de la justicia, la igualdad y la libertad. Por eso la
Ilustración y La revolución Francesa tienen algo de Masonería. Pero no sería hasta
el siglo XIX en que gran cantidad de
masones (no exactamente la masonería como institución)
apoyaran los movimientos sociales contra el absolutismo y las tiranías en la lucha
por la libertad, la independencia y la democracia. Para que se hagan una idea por solo poner un ejemplo, la historia de
Cuba es incompleta si se obvia los aportes de la Masonería en todos sus
elementos ya sea político y social. De ahí que hoy podamos
cuestionarnos, ¿por qué y para que soy masón?
Siglos de guerras, penurias, odios y pobrezas han sucedido
desde aquel día de San Juan de 1717. Uniones, separaciones, excomuniones, penas
y glorias, en fin, toda una serie de acontecimientos en donde ha estado
presente la masonería y los masones. Una realidad que no ha sido suficiente. No
podemos separar a la institución de la sociedad, pues somos parte de ella, y el
mal siempre triunfa, por lo menos mientras lo permitamos. Nos queda nuestra
conciencia y el auto-examen. La Masonería fue operativa, construyó y edificó. Luego
se hizo especulativa, reflexionó, meditó y en cierta medida actuó. Cuan
sociedad civil: el hombre como centro en la época clásica falleció,
renacimiento humanista lo resucitó y la ilustración le dio esa antorcha que le
faltaba para alumbrar el camino, seguimos teniendo el fuego!!
Pero viendo la sociedad
actual ¿Nos quedaremos sentados en las butacas del taller dejando que la llama
se apagué?