domingo, 15 de enero de 2012

¿Conflicto o Cooperación? Esa es la cuestión.

¿Conflicto o cooperación? Esa es la cuestión.
“El buen adolecente, cree saberlo todo,
y aunque no sabe tanto, se pone a inventar,
total si la gente adulta tampoco lo sabe todo
pero escudan sus lagunas, tras mucha formalidad (…)”
Contracorriente, Dúo Buena Fe
Hace poco más de dos meses un grupo de hermanos quedamos algo inconformes por unas palabras vertidas en el discurso central de aniversario de un taller habanero. Las mencionadas hacían alusión a la supuesta actitud generalizada de desafuero de los hermanos más jóvenes para con la toma de posesión de puestos en la Orden, no sé si jóvenes en edad profana o de tiempo en la Institución, de cualquier forma nos dimos por aludidos.
Comprendemos es inevitable que las diferencias etarias, por lo general, conduzcan a diferencias de puntos de vista, pero en un marco como el masónico, de intereses comunes de tanto peso, no debería existir más que el empeño por alcanzar el equilibrio inestimable de la experiencia y la juventud, de la prudencia y el vigor, en fin tratar de dar fe al viejo proverbio que reza: “en los ojos del joven arde la llama y en los del viejo brilla la luz.”
Muchos hermanos noveles, en cualquiera de sus variantes, vemos con una mirada fresca y comprometida a la Institución, comprometida con lo que esta representa y no en actitud incondicional y ciega con los hombres que en ella moran, elemento este que ineludiblemente levanta reservas para con nosotros muchas veces. Asimismo sentimos con frecuencia como nuestro poco tiempo en la Orden es como una descalificación ante algunos hermanos que ven su cúmulo de años en la misma como un derecho infalible de palabra y predominio, y por demás de posesión de la razón, lo que conduce de tajo a la falta constante de posibilidades de debate fraternal con la “experiencia”, y sería bueno que estos se sucediesen, pero como están convencidos de tenerla se hace casi imposible que escuchen nuestros puntos de vista más allá de lo que la legalidad nos ampara, y si lo hacen por espíritu fraternal, responderá a la cortesía formal, luego no esperamos nada más allá de esos cinco minutos de atención. La práctica nos lo ha demostrado.
¿Pero quiénes son los que realmente nos cierran las puertas y no quieren nuestras manos en la labor de edificar este templo? No son todos por cierto, conocemos a muchos valiosos hermanos y nos atreveríamos a decir que mientras más preparados y preocupados por el futuro de la institución están, más estimulan, escuchan y aconsejan a los jóvenes, sirven de escuela y oráculo, y a cambio reciben nuestro respeto y nuestro agradecimiento por enseñarnos y demostrarnos con razones, no con rugidos, cuando no tenemos la razón
Creemos que el problema va más allá de si el que va a tomar el puesto, entiéndase, asumir una alta responsabilidad dentro de la Institución, es joven o integra hace poco tiempo la Orden. El tema orbita alrededor de si el hermano que accederá al mismo, en el tiempo que sea, cuenta con méritos, constancia, capacidad y valores suficientes como para desempeñar desde el más complejo cargo hasta el teóricamente más sencillo. De cualquier forma, dejando espacio a la duda razonable y a la eterna condición de aprendiz, nos remitimos al Volumen de la Ley, y cuál no sería nuestra sorpresa al descubrir en el Libro I, Capítulo 1, Artículo 1, Punto XVII lo siguiente:
“La iniciación reviste el carácter de masón; mas para poseer la plenitud de los derechos de tal, es menester recibir los tres grados de la masonería.”
Nuestro sentido común nos indica que el único requisito para optar por un cargo es ser maestro masón, y los somos justamente al exaltarnos. Es difícil interpretarlo como hoy está implementado, y menos aún como se pretende efectuar. Sería entonces oportuno preguntarse ¿Hasta cuándo permitiremos a la ignorancia dictar nuestras leyes, en un coqueteo ingenuo e indolente con la irregularidad?
Tenemos el deber absoluto de poner coto a esta miopía que nos ha acompañado. La vida en cualquiera de sus planos demuestra que el permanecer por más tiempo en algo no da realmente el aval para asumir una responsabilidad cualquiera, se necesita más, y no siempre quien por mucho tiempo ha estado en la masonería ha hecho más por ella ni ha mostrado el respeto que esta y sus leyes merecen, en todos los sentidos, estudiando, esforzándose y tratando de materializar cada una de las enseñanzas que esta procura inculcarnos.
Lo que se forja como una regla inviolable es el actuar cabal del hermano en la institución. ¿Qué puede ser mejor que sentirse apoyado por la experiencia de un hombre que haya dedicado parte de su vida a esta gloriosa institución, sin solapes ni intereses mezquinos? O, ¿qué sería más conveniente que si en vez de que se suscitasen y azuzasen esos conflictos generacionales se produjesen cooperaciones generacionales?
Es necesario no ver a hermanos jóvenes corriendo, con ese brío natural de la edad, y tratando de tomarles la delantera a hermanos ya cansados pero dedicados de manera sincera a la masonería, que pretenden aconsejarlos y transmitirle experiencias que permitirán sortear obstáculos ya enfrentados en el pasado. Asimismo no hay porque tolerar el ímpetu nada humilde de esos otros hermanos, ya añejos, pero que parece que bien poco han aprendido, tratando de socavar el verdadero y sincero interés de hermanos noveles que igualmente tratan de mantener un legado, que respetan y aprecian como si les perteneciera desde antes de ver la luz, conquistado por otros, que alguna vez fueron jóvenes también.
No hay mayor orgullo para un joven que ver como un hermano que ha caminado ya a través de los años, reconoce en él la sinceridad que alguna vez lo movió a integrarse en esta cofradía de hombres libres. Igualmente, no debe haber mayor orgullo para un hermano de años ver como es escuchado con respeto, aun cuando no se comparta en la totalidad el criterio, puesto que los tiempos, así como
los hombres, y sus maneras de pensar, cambian, pero no lo hacen los principios, que a pesar de la diferencia generacional, deben ser comunes para ambos. Debe garantizarse, por el bien de la institución, la continuidad en todos los sentidos, moral, histórica y generacional, sin que para ello tenga que existir un conflicto, que a veces es manipulado, con fines poco claros, y que a ningún bien tributan, sino a mezquindades personales.
Todo esto sin dudas a de suceder bajo la idea consciente que logra identificar el V:.H:. Lázaro F. Cuesta Valdez a propósito de otro tema tan universal como nuestra Orden, pero que es, por su carácter general, aplicable a nuestras circunstancias asociativas:
"(...) las instituciones crecen y con ellas sus miembros. Los de hoy ven las cosas acorde a su alcance y eso merece respeto por parte de los más viejos, pero los de hoy está obligados por principio a respetar y reconocer a los precursores y cuando eso no se hace se pierde lo principal: su historia."
Creemos firmemente que la larga permanencia en la Orden no siempre trae aparejado la acumulación de la certeza ni el poco tiempo te condena a la minusvalía intelectual, más bien, en cada uno, como ser individual esta la capacidad evolutiva para desandar el camino del conocimiento a un ritmo personal, el cual solo está determinado por las características particulares de cada hermano y las circunstancias que le tocan vivir.
Afirmamos que quienes más le temen a la presencia de la juventud en la Orden y tratan de apartarla de puestos de relevancia son los que menos se preocupan por la misma y más se ocupan de mantener su estatus personal. Los hombres grandes no le temen a la sombra pues la luz siempre lo busca.
Confrontaciones de generación existen entre todos los seres vivos. Lo que nos diferencia a los humanos es la capacidad de razonamiento y con ella la posibilidad de determinar las prioridades. Los hermanos José Martí y Máximo Gómez tuvieron sus consabidas discrepancias en el orden organizativo de la lucha independentista, matizado en gran medida por la diferencia generacional y todo lo que esto significaba, pero su grandeza fue discernir que la libertad de Cuba estaba por encima de eso. Tengamos nosotros la lucidez para lograr que prime la estabilidad y firmeza de la masonería cubana, y asumamos que lo que se necesita para lograrlo son buenos sentimientos, experiencia, vivida o transmitida, cordialidad, bondad, sinceridad, humildad, confianza y ante todo, respeto.
“Quizás nadie contemple la idea de darnos el timón, pues muchos nos miran como simples grumetes, ¡pero no nos prohíban remar!”
Proyecto Espejo
Plancha enviada por el H:.Ernesto Ocaña Gallardo

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