LA publicación por L’Osservatore Romano de un trabajo sobre “La Iglesia y la masonería”,
del que es autor el maestro de Teología del Sacro Palacio Mariano Cordovani,
muerto en estos mismos días, en el que con la autoridad del órgano del Vaticano
y de la competencia teológica del autor se protesta enérgicamente contra
ciertas noticias circuladas de pretendidos contactos entre polos tan opuestos,
ha sido causa de que se haya exteriorizado en el campo masónico esa hostilidad
siempre renovada contra la religión y la Iglesia, que el eminente padre Mariano Cordovan,
nos recuerda en su escrito.
Salen a la luz con este motivo
voces intencionadas que pretenden quitar trascendencia a la trayectoria de las
sectas masónicas, haciéndolas aparecer como asociaciones más o menos frívolas
que no merecen las excomuniones y reprobaciones de que la Iglesia Católica
les hace objeto. Mas la Iglesia,
en su infinita sabiduría, mantiene en sus cánones 684 y 2.335 la condenación de
la masonería y la excomunión a todos cuantos dan el nombre propio a la
masonería, sin distinción de rito, apercibiendo de este modo a los católicos
para que no caigan en el engaño que las apariencias exteriores les presentan y
en su igorancia pueden llegar a creer que se puede ser católico y masón.
El que algunas logias, por la
calidad media de las personas, por el ambiente de paz en que se desenvuelve la
política local en el país o por otras
causas, aparezcan como no hostiles a los principios de la fe católica y sus
fines parezcan reducirse a bailes, cabalgatas o diversiones profanas sin otra
trascendencia, no quiere decir el que formen organización aparte que las
exceptúe de aquel entredicho y excomunión.
La iglesia, como bien dice el teólogo italiano, “tiene un contenido
doctrinal divino que es revelador de Dios, una coherencia de vida que es una
condición para la salvación eterna. Y sobre estos elementos esenciales no puede haber compromiso, sino fidelidad
absoluta”.
Todas las persecuciones que la Iglesia Católica
viene sufriendo de los Poderes públicos en los últimos dos siglos han sido obra
exclusiva de la masonería y de sus hijos. El que el comunismo polarice hoy, por
la violencia de sus persecuciones contra la Iglesia Católica,
la atención mundial, no quita trascendencia a la obra constante y renovada de los que le enseñaron el camino,
destruyendo en cuanto estuvo en su mano la autoridad moral y los principios de una fe que hubieran hecho imposible las monstruosas persecuciones de los comunistas
de hoy. Ellos allanaron el camino en el centro de Europa para que el comunismo
penetrase, y su hipocresía, su malicia y su trabajo en la sombra han sido cien
veces más peligrosos que los ataques
agudos que estimulan a la defensa.
A la masonería hay que juzgarla en los dos aspectos: el del
orden práctico y el doctrinal. Si examinamos sus hechos la encontramos, al
correr de dos siglos, constituyendo el vehículo de las revoluciones políticas
liberales y más tarde izquierdistas dentro de una sociedad burguesa. Ha sido el
arma más terrible esgrimida, bajo el
secreto de las logias y los talleres, para la persecución de la fe católica y
de sus instituciones, así como para la destrucción sistemática del espíritu
católico de los pueblos a través de la escuela, la Universidad, la Prensa y el libro.
Instrumento de los imperialismos, ha venido siendo esgrimida para preparar en
la sombra de sus tenidas las revoluciones emancipadoras de los pueblos de
América. Los tronos que en Europa cayeron y siguen cayendo lo han sido por la
intriga y la conspiración masónicas, que durante lo que va de siglo vienen
explotando la revolución de las masas a través de sus jefes, afiliados y subordinados a las logias.
No se trata de acusaciones gratuitas que la Historia no haya
reconocido, sino de lo que las propias logias proclaman después de cada uno de
sus triunfos. En propios documentos masónicos y publicaciones ha quedado
registrado el parto masónico de las
nuevas Repúblicas.
Pudiera por esto parecer
que por la parte principalísima que la masonería tuvo en la emancipación de
ciertos pueblos debiera ésta recoger el galardón que hábilmente pretenden
explotar de sus servicios a la libertad e independencia de las sociedades
humanas. El fin de la masonería, al trabajar por la emancipación de
determinadas comarcas y acoger en su seno a los caudillos y primates de la
revolución, no lo ha sido por su amor a la libertad ni por servir a las
doctrinas sobre la autodeterminación de los pueblos, sino por ayudar con ello
al imperialismo propio o pretender causar el máximo de daño a las naciones
rivales. A través de la masonería y de los hombres de esta doble disciplina,
las naciones poderosas han venido mandando y sojuzgando a muchos pueblos. Así,
que ni en el orden patriótico, ni en el religioso, ni tampoco en el moral puede
aceptarse la masonería, por los que la sufren, como algo innocuo y sin
trascendencia.
Si del orden práctico nos trasladamos al doctrinal, al que
nos presentan los estatutos y la documentación pública de las sectas, en ella
encontramos, a través de los distintos grados, el mantenimienbo de su carácter
de sociedad secreta, en la que el
misterio y el secreto se van
acentuando conforme se asciende en
grados, haciéndose los juramentos más solemnes y terribles. Si la masonería careciese de malicia,
¿por qué ese Secreto y ese hermetismo ante la sociedad y esas invocaciones a la
responsabilidad que van a contraer los que se inicien en un grado y que los
grandes maestres les encarecen con conminaciones terribles? El bien no teme la
luz; sólo lo ilícito, los malhechores o los criminales se ocultan en la
oscuridad o en las sombras.
¿Por qué esa ocultación, incluso a los propios
miembros, de las razones y de los fines, de las resoluciones de la secta, que
sólo los altos iniciados conocen, obligándose a los demás a una colaboración
más o menos consentida para el logro de objetivos que ignoran? Este secreto
básico de las logias constituye uno de los aspectos más esenciales para su
general reprobación.
El carácter judaico de la masonería se acusa a
través de su literatura y de sus ritos. El problema de si la masonería es una
obra eminentemente judía o un instrumento de que el judaísmo se aprovecha a
partir del siglo XIX, no tiene para nosotros trascendencia. El hecho es que
marchan inseparablemente unidos y que los judíos suelen ocupar en muchas de
sus logias los principales puestos.
Pero así como la
masonería ha logrado dominar sobre la mayoría de los sentimientos de sus
miembros no ocurre lo mismo con el judaísmo; el hebreo es antes judío que masón
y subordina a su creencia y a su pasión judaica todos los intereses de la
orden, no obstante lo cual aparece ocupando los principales puestos de la
masonería. Esto justifica el que el ateísmo tradicional que en los paises
católicos la masonería arrastra, se una
en su actuación universal al odio atávico que desde la venida de Cristo, su
muerte y su resurrección siente el judío hacia la religión verdadera, que
alimenta su espíritu de lucha y de destrucción del orden existente.
Mas
dejemos para otro día el seguir examinando aspectos tan interesantes de la
doctrina y estatutos masónicos, que aclararán muchos de los sucesos internacionales
de los que venimos siendo espectadores, ya que por hoy basta lo expuesto para
justificar ampliamente la condenación que de la masonería viene haciendo
nuestra Madre la Iglesia.
Por Francisco Franco, de su libro "Masonería". Los que entiendan del tema recordarán el odio de este peculiar personaje por la Orden Masónica y la perdida de tinta y tiempo de este libro. Realmente un insulto a los conocedores de la Masonería y la sociedad en tiempos de su dictadura,
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