Tomado del texto: La Masonería española
y la emancipación colonial
Por Manuel
de Paz, revista de indias 2006
Sin
embargo, todo parece indicar que militares como José Ximenez de Sandoval
y
Bellange (1849-1921), que alcanzo un muy destacado rango militar en el
Ejército español
de su tiempo, parecen desmentir este aserto. Su hoja de servicios resume su participación en un acontecimiento trascendental para el
futuro de la Guerra de Independencia de Cuba y de este país, especialmente en sus relaciones con Estados
Unidos, tal como aseguro Ramiro Guerra. Así,
aparte de destacar su labor en la reorganización de
las fuerzas de voluntarios de San Luis y Palma Soriano en el Oriente de Cuba,
nada mas incorporarse a la campana en la primavera de 1895, ≪tuvo
frecuentes tiroteos con el enemigo, y teniendo en cuenta que este, en numero de 700 jinetes y 300
infantes, se encontraba acampado en las orillas del río Contramaestre, marcho
en su busca el 19 de mayo, hallándolo en Dos Ríos, donde sostuvo rudo combate, durante el cual
fueron rechazadas varias cargas de la caballería
insurrecta, siendo muertos el titulado Presidente de la República.
Cubana
Don José Martí y
otros importantes cabecillas≫. Además, continua este esclarecedor documento, ≪a pesar de los inauditos esfuerzos hechos por los rebeldes
para recuperar el cadáver de aquel no
pudieron conseguirlo, y fue conducido a San Luis después de una notable retirada de 20 leguas≫.
La oración fúnebre
que pronuncio Ximenez de Sandoval, ante los restos mortales de José Martí,
que habían sido expuestos a los ojos incrédulos del público,
fue calificada de ≪sentida y brillante≫
por fuentes cubanas. El
coronel español interrogo a los
presentes, en el desolado cementerio de Santiago de Cuba aquella noche del 27 de
mayo de 1895, por si algún paisano de los allí presentes deseaba decir unas palabras de
despedida, pero, al no obtener respuesta, pronuncio el siguiente discurso:
Señores:
Cuando pelean hombres de hidalga condición, como nosotros,
desaparecen
odios y rencores. Nadie que se sienta inspirado de nobles sentimientos
debe ver en
estos yertos despojos un enemigo... Los militares españoles
luchan hasta
morir; pero tienen consideración para el vencido y honores para
los muertos
La tradición, más
que la evidencia histórica, ha
considerado masón a Ximenez
de
Sandoval.
Tal como relata Miguel Ángel Valdés, el 19 de mayo de 1895
tras
la caída de Martí en
Dos Ríos, la fuerza española se retiro rumbo a Remanganaguas, un poblado
cercano al lugar de los hechos, y el coronel español, ≪que era el jefe de
la columna que le dio muerte≫, hizo llegar a las
fuerzas cubanas una nota o esquela en la que podía
leerse:
Llevo a
vuestro Presidente herido; si muere, le haré un buen entierro; si vive
os lo
devolveré
Lo más relevante, en el presente contexto, es que
esta nota aparecía firmada
con
signos masónicos. Ximenez de
Sandoval, según carta remitida después de la
guerra
a Enrique Ubieta, manifestó que, realmente,
cuando llego a la cantina de Modesta Oliva, procedente con sus soldados del
lugar de los hechos, le había indicado que, si
venían los insurrectos, les dijese que llevaba el cadáver de José Martí, muerto en el fuego de la mañana. Otros testimonios, como el del médico de la columna española Juan Gómez,
que recoge también el citado Miguel
Ángel Valdés,
apuntan al propio sanitario militar como autor de la nota, ante el peligro de
una embestida de los cubanos para recuperar el cadáver de Martí. Se
indica, además, que el autor de
la nota enlazo los nombres de Martí y
de Sandoval con una rosa y una cruz, símbolos
del grado 18o del Rito Escocés Antiguo y
Aceptado, y que, en fin, el oficial medico entrego el papel a un ayudante y le
ordeno que lo clavase en un árbol. No obstante,
el aviso parece contradictorio, pues, aunque utiliza símbolos masónicos,
se advierte a las fuerzas perseguidoras que, en caso de atacar a la retaguardia
española, se tomarían
represalias contra un Martí que, según la propia nota escrita presuntamente por el médico militar Juan Gómez, no estaría
muerto sino gravemente herido. Otras fuentes, empero, señalan sin ambages la autoría de Ximenez de Sandoval.
Valdés, en este sentido, arguye que no era de extrañar que ─tal vez por
razones militares─ Ximenez de Sandoval negara, después de la guerra, la existencia del papel, y añade que parecía
indudable que ≪Sandoval fue masón, aunque como militar español no podía
hacer ostensible su condición de tal,
perseguida como era la Masonería en España≫. Apunta también que el cadáver
de Martí, embalsamado, estuvo expuesto en Santiago de
Cuba en el suelo, ≪quizá de
intento o por casualidad, pero según la
costumbre masonica≫. Finalmente, tras reproducir el discurso
del coronel español, Valdés afirma que, Ximenez de Sandoval, encarga a
Bofill, director del Museo de Santiago de Cuba, afirmo acerca de José Martí que,
≪al saber por mi la muerte, en el mismo campo de la acción me causo impresión de tristeza≫
Entre
1889 y 1892 un José Ximenez Sandoval,
teniente coronel de Infantería, figura entre
los miembros de Almogávares, nº 10 de Zaragoza, un taller perteneciente al Grande
Oriente Nacional de España. También había
reforzado, entre 1889 y 1891 los balaustres del capítulo rosa cruz César Augustano, de la misma ciudad y obediencia. Residía en Huesca, al menos en 1890, y, en ese mismo
año, estaba en posesión del grado 32º del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, tenía el nombre simbólico
de Xenofonte y figuraba como
nacido en La Habana, en torno a
1844.
Son
frecuentes los errores de los cuadros lógicos
respecto a las fechas y los
lugares
de nacimiento de los integrantes de la Orden, tal como hemos podido
comprobar
en diferentes estudios relativos a los siglos XIX y XX, pero es cierto que José Ximenez de Sandoval y Bellange, que figura según su hoja de servicios como nacido en Málaga el 22 de julio de 1849, ostentaba en las
fechas que se indican, es decir, entre 1889 y 1892 el rango de teniente coronel
de Infantería. El 8 de
diciembre de 1894 ascendió a coronel de su
Arma y, el 30 de noviembre de 1895, ciño la
faja de general de Brigada por méritos de guerra. Alcanzo, en 1912, el rango de
teniente general y, hasta su muerte que tuvo lugar el 24 de febrero de 1921,
fue designado, entre otras destacadas responsabilidades militares, Capitán General de la VII Región Militar, en 1914-1915, y ocupo, en 1915, la máxima instancia en la II Región Militar, hasta que ceso, a petición propia, en 1918, alegando motivos de salud.
Al año siguiente paso a la situación de primera reserva.
Es lógico, por tanto, que a este ilustre militar español no le interesase desvelar, si es que
existieron, sus antiguos vínculos con la
Orden del Gran Arquitecto del Universo, sobre todo después de la extraordinaria campaña que se desato contra la masonería en España,
durante y después de la crisis del
noventa y ocho, al ser culpados los masones de los fracasos y las
irresponsabilidades de las administraciones de la Restauración respecto a las últimas colonias españolas. A falta de otras pruebas, parece que los
testimonios sobre una nota con signos masónicos
dejada como aviso o advertencia a las fuerzas cubanas en la cantina de Modesta
Oliva, en la que se unían los apellidos
de Martí y Sandoval mediante el símbolo masónicos
del grado 18º o Rosa Cruz o, al menos, la vinculación del jefe militar español con la masonería cobra cierta verosimilitud, dado que Ximenez
de Sandoval si estuvo destinado en Zaragoza-Huesca entre finales de junio de
1889 y principios de noviembre de 1893. El 13 de noviembre de este último año
marcho a Melilla, participo en operaciones militares en el Norte de África, pero regreso ya en marzo-abril de 1894
al distrito de Aragón hasta que, el 29
de marzo de 1895, fue destinado al Ejercito de Cuba, ≪llegando
a La Habana el 6 de abril≫.
El
13 de abril estaba en Santiago de Cuba, permaneciendo desde entonces en
≪operaciones de
campaña≫.
La información sobre José
Ximenez de Sandoval es relevante por distintas
razones,
principalmente, quizás, porque los
datos de su destino militar en Zaragoza- Huesca constituyen, hasta la fecha, la
única prueba plausible de su vinculación a los tallares aragoneses antes mencionados,
pues no parece que existiesen otros José Ximenez
de Sandoval, al menos con el rango de teniente coronel de Infantería, en aquellas fechas, por lo menos en el
citado destino militar. Y, desde luego, porque no parece que este y otros
militares españoles, vinculados a
la masonería y activos
militarmente durante las guerras emancipadoras de Cuba y Filipinas, tuviesen la
más mínima
duda a la hora de cumplir con sus deberes patrióticos
y militares, tal como demuestra el hecho de que la columna mandada muy directamente
por Ximenez de Sandoval acabase, el 19 de mayo de 1895, es decir, al principio
de la contienda cubana, con la vida del máximo
representante de la revolución independentista,
con un José Marti cuya desaparición no cabe duda que influyo en el futuro
inmediato de la guerra y, desde luego, en el devenir histórico de la propia Perla del Caribe. Otro caso
notable, en cuanto a la lealtad de los militares españoles vinculados a la masonería, es el del médico
y general laureado Rosendo Castells Ballespi, al que luego nos referiremos
brevemente.
Antes
o, incluso, de forma paralela al propio general Franco, otros divulgadores sembraron
en libros y libelos la idea del complot como único
modo de interpretar el Desastre. En connivencia con los gobiernos de la época, escribe Francisco Ferrari Billoch, ≪el general Blanco, marqués de
Penaplata (h:. Barcelona), nuestro
último gobernador en Cuba, y los generales González Parrado (h:. Jesucristo) y Fernández
Bernal (h:. Kleber),
hubieron de entregar la Gran Antilla al ejercito yanqui de ocupación, en el que figuraban, que se sepa, los
masones Kent, Batos, Chafe, Summer, Ludlow, Ames y Wood, cumpliéndose así los
acuerdos de la Masonería universal, que había decretado la perdida de Cuba para España en castigo de su tenacidad≫29. No importa que
algunos de estos presuntos masones no tuviesen, como no la tuvieron jamás, relación
alguna con la masonería, ni que su
trayectoria personal desmienta a todas luces cualquier veleidad o concesión
a
los movimientos emancipadores, la cuestión es
que se hacía preciso
justificar la guerra sin cuartel contra un enemigo monstruoso e implacable,
cuyos tentáculos hacían girar el relato de la historia a capricho de
sus intérpretes, y, por ello, la raíz del problema puede hallarse por ejemplo en
Prim, militar pundonoroso muerto en circunstancias singulares, a quien se
culpa, acto seguido de lo indicado anteriormente, de la ≪deshonrosa
proposición de venta de Cuba≫, como si no fuera suficientemente conocido que, entre 1868
y 1878, había tenido lugar en la
Perla de las Antillas la Guerra de los Diez Años y que España no estuvo dispuesta, en ningún momento, a ceder sus prerrogativas sobre tan
preciada colonia, causa esta mas cierta que las nebulosas conspiraciones de una
masonería profundamente dividida internamente y
enfrentada, en Cuba y en la propia Península,
entre obediencias que se negaban su mutuo reconocimiento y su razón de ser, al
disputarse,
por ejemplo, sus propios derechos de territorialidad, es decir, el derecho a
ocupar el territorio nacional de un país de
manera exclusiva.
Son
los mismos autores que dan credibilidad absoluta a la denuncia del diputado Cano
López, el 15 de febrero de 1935, respecto a la
presencia de altas jerarquías militares en
los cenáculos de la Orden en España, y que consideran masones a generales que
nunca tuvieron relación alguna con la masonería, o que, en algunos casos, destacan la
pertenencia efectiva a la organización
hiramita de militares como el veterano general Miguel Cabanellas Ferrer, cuyo
comportamiento durante la conspiración y
la subsecuente guerra civil iniciada en 1936 no fue, precisamente, un modelo de
lealtad a la República, tan atacada
precisamente por su permanente y activo masonismo político, según se
afirma. Lo que sí parece cierto es
que, a raíz de la perdida de
Cuba, Puerto Rico y Filipinas, algunos sectores republicanos creyeron que, al
fin, había llegado su hora y que,
a partir de entonces, España podría reencauzar un destino de regeneración y progreso a favor de la democracia, de la reconstrucción nacional y de las libertades públicas, pues les parecía increíble
que, tras las perdidas territoriales que se acababan de experimentar y de las
que culpaban a los políticos de la Restauración, el país no
estuviese en condiciones inmejorables
para cambien el rumbo de la historia.