De manera que puede demostrarse
que la Francmasonería moderna y el ritual de la Iglesia descienden por línea
directa de los gnósticos iniciados, de los neoplatónicos y de los hierofantes
renegados de los misterios paganos, cuyos secretos han perdido aquellas
instituciones; pero han sido conservadas por quienes no aceptaron compromisos.
Si la Iglesia y la Masonería quieren olvidar la historia de su verdadero
origen, los teósofos no hacen lo mismo, pues repiten que la Masonería y las
tres grandes religiones cristianas han heredado los mismos bienes. Las
“ceremonias y palabras de paso” de la Masonería, y las oraciones, dogmas y
ritos de las religiones, no son sino copias mal interpretadas del paganismo
puro y de la teosofía neoplatónica. Asimismo, las “palabras de paso” relativas
a “la tribu de Judá”, los nombres de “Tubal–Caín” y de otros dignatarios
zodiacales del Antiguo Testamento empleadas actualmente por los masones
bíblicos, no son sino las que aplicaban los judíos a los antiguos Dioses de la
plebe pagana, y no los Dioses de los hierográmatas, intérpretes de los
verdaderos misterios. Prueba de ello es lo que vamos a decir a continuación.
Los buenos de los hermanos masones difícilmente podrían negar que, por lo menos
de nombre, son solícolas o adoradores del sol celeste, en el cual veía el
erudito Ragón un símbolo magnifico del G.A.D.U., como lo es, sin duda alguna.
Pero Ragón se hubiera visto en
un apuro si hubiese tenido que demostrar que el GAD.U. no es más bien el Sol
del pescado menudo de los profanos que el solus del Gran Epoptai. Pues el
secreto de los fuegos de Solus, el espíritu que brilla en la Estrella
flamígera, es un secreto hermético, y si el masón no estudia la verdadera
Teosofía no podrá comprender este secreto, ni tampoco las pequeñas indiscreciones
del Ttshuddi. Actualmente, tanto los masones como los cristianos, santifican el
día del sabbat, al cual dan el nombre de “Día del Señor”. a pesar de que saben
mejor que nadie que el “Sunday” y el Sonntag de los protestantes ingleses y
alemanes significan el día del sol, es decir, lo mismo que hace dos mil años.
Y en cuanto a vosotros,
reverendos padres, sacerdotes y obispos que dais a la Teosofía el nombre de
“idolatría” y condenáis ferozmente a sus prosélitos al fuego eterno, ¿os podéis
jactar acaso de poseer un solo simple rito, una sola vestimenta o un vaso
sagrado perteneciente a la Iglesia o al Templo, que no proceda del paganismo?
No; sería demasiado peligroso el tener la osadía de afirmarlo, no sólo ante la
historia, sino también ante las confesiones de los funcionarios sacerdotales.
Recapitulemos, aunque no sea más que para justificar nuestras afirmaciones.
Dice Du Choul que “Los sacrificadores romanos” tenían obligación de confesarse
antes de sacrificar. Los sacerdotes de Júpiter se tocaban con un alto bonete
negro de forma cuadrada que era el objeto con que se cubrían la cabeza los
Flamines (véase el sombrero de los sacerdotes armenios y griegos modernos). La
sotana negra de los sacerdotes católicos es la negra hierocaracia o amplia
vestidura que usaban los sacerdotes de Mitra, la cual recibía este nombre por
ser del color de los cuervos “corax”. El rey–sacerdote de Babilonia poseía un
sello o anillo de oro que llevaba en el dedo. Llevaba pantuflas que besaban los
potentados sometidos a su dominio, un manto blanco y una tiara de oro de la
cual pendían dos cintas. Los Papas poseen pantuflas y un anillo que tiene el
mismo uso, un manto de raso blanco en el que se ven bordadas unas estrellas de
oro, una tiara con dos cintas cubiertas de piedras preciosas, etc.… La
vestidura de tela blanca “alba vestis” es idéntica a la de los sacerdotes de
Isis, los sacerdotes de Anubis se afeitaban la coronilla (Juvenal), de cuya
costumbre se deriva la de la tonsura; la casulla de los “padres” cristianos es
copia de la vestimenta con que se cubrían los sacerdotes del culto judío,
vestidura denominada colarisis, que iba sujeta al cuello y descendía hasta los
talones. La estola de nuestros sacerdotes ha sido tomada del vestido femenino
que llevaban las Galli o bailarinas del templo, cuya función era la del
Kadashim judío (véase el Libro II de los Reyes, cap. XXIII, 7); su cinturón de
castidad procedía del ephod de los judíos y de los cordones de los sacerdotes
de Isis, quienes hacían voto de castidad (si se quieren más detalles que
confirmen lo expuesto léase a Ragón).
Los paganos antiguos utilizaban
el agua bendita o lustral para purificar sus ciudades, campos, templos y
hombres, exactamente como se practica ahora en las regiones católico–romanas. A
la puerta de los templos había pilas bautismales llenas de agua lustral, que
recibían los nombres de favisses y aquiminaria. El pontífice o curión (de aquí
se deriva el nombre español de cura) sumergía en el agua lustral una rama de
laurel antes de ofrecer el sacrificio y acto seguido rociaba con ella a la
piadosa congregación; lo que entonces recibía el nombre de lustrica y
aspergilium se llama hoy en día aspersorio o hisopo. E1 hisopo de las
sacerdotisas de Mitra era el símbolo del lingam universal, que se sumergía
durante las ceremonias en leche lustral, rociando con ella a los fieles, con lo
cual trataba de representarse la fecundidad universal; por lo tanto, el empleo
de agua bendita en el cristianismo es un rito de origen fálico. Además, la idea
que preside este hecho es puramente oculta y pertenece al ceremonial mágico.
Las purificaciones se verifican
por medio del fuego, el azufre, el aire y los elementos. Se recurría a las
abluciones para llamar la atención de los dioses celestes; y para conjurar y
alejar a los dioses inferiores, se empleaba constantemente el aspersorio
purificador.
En muchas iglesias griegas y
romanas se suele pintar la bóveda de los templos de color azul y con estrellas
doradas para representar la bóveda celeste, costumbre que no es más que una
copia de los templos egipcios, en donde se adoraba al sol y a las estrellas. En
Oriente se rinde el mismo homenaje que las arquitecturas masónica y cristiana
rindieron al paganismo. Ragón demuestra plenamente este hecho en sus volúmenes,
hoy en día desaparecidos. La “princeps porta”, la puerta del mundo y del “Rey
de la Gloria”, cuyo nombre designaba antiguamente al sol y hoy en día se aplica
al Cristo, su símbolo humano, es la puerta de Oriente encarada hacia ese punto
cardinal en todo templo o iglesia. Por esta “puerta de la vida”, a través de la
cual entra diariamente la luz en el cuadrado oblongo4 de la tierra o
Tabernáculo del Sol, es introducido el recién nacido en el templo y llevado
hasta la pila bautismal. Las pilas bautismales se colocan hoy en día a la
izquierda del edificio (el sombrío norte de donde parten los “aprendices” y en
donde sufren los candidatos la prueba del agua) que es, precisamente, el lugar
en que se ponían antiguamente las piscinas de agua lustral, lo cual se explica
sabiendo que las antiguas iglesias habían
sido antes templos paganos. Los altares de la pagana Lutecia fueron enterrados
y descubiertos bajo el coro de Nuestra Señora de París; el pozo en donde se
conservaba el agua lustral existe todavía en esa iglesia. Casi todas las grandes
iglesias antiguas del continente, anteriores a la edad media, habían sido
antes, templos paganos sobre cuyos emplazamientos fueron construidas aquellas
por orden de los obispos y de los Papas. Gregorio el Grande dio sus órdenes al
monje Agustín de la manera siguiente: “Destruid los ídolos, pero nunca los
templos, los cuales debéis rociar con agua bendita, colocando reliquias en
ellos, para que los pueblos adoren en donde tienen por costumbre hacerlo”.
Basta consultar las obras del cardenal Baronio para
encontrar la siguiente confesión hecha en el año XXXVI de sus Anales: “Le ha
sido permitido a la Santa Iglesia apropiarse de los ritos y ceremonias
utilizados por los paganos en su culto idolátrico, porque ella (la Iglesia) los
regeneró por medio de la consagración”. Leemos en las “Antíquités Gauloises”,
de Fauchet, que los obispos de Francia adoptaron las ceremonias paganas con
objeto de convertir a los paganos al cristianismo. Esto aconteció cuando los
galos eran todavía paganos. ¿Se realizan esos ritos y ceremonias en la Francia
cristiana con espíritu de gratitud y de reconocimiento de los paganos y sus
dioses
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