martes, 11 de diciembre de 2012

Manana, símbolo de mujer cubana

                     Manana, como le llamaba el General Gómez posa junto a sus hijos



   Hace unos días unos HH:. masones hicieron un sencillo pero merecido homenaje a  quien fuera la madre de los Maceo. Realmente una mujer extraordinaria, valerosa y digna que supo dar a todos sus hijos al cumplimiento del deber, en la lucha por la independencia de Cuba. Una mujer y madre  que no tembló al perder  a sus hijos poco a poco en el deber sagrado de la patria, realmente admirable y por tal motivo reconocemos el trabajo de los masones del Sob:.  Cap:.Amor Fraternal n.3 en tan merecido homenaje a Mariana Grajales en la plaza que lleva su nombre, tanto y más cuando iban ataviados con su indumentaria masónica.
   Han sido muchas las mujeres que a través de la historia han dado sus vidas en la lucha por sus derechos y libertades, desde Olimpia Gouges y Madame Roland que perdieron sus vidas durante la época reaccionaria de la revolución francesa, por solo poner  algunos ejemplos clásicos de la historia. En nuestra patria, más cerca aún la historia nos recuerda a Adela Ascuy, Marta Abreu, Rosa La Bayamesa, Emilia Casanova, y otras muchas mujeres que lucharon décadas después contra la dictadura de Batista, las asesinadas hermanas Giralt, Haydee Santamaría y otras tantas madres e hijas.
  Aún se sigue luchando en actualidad por esos mismos derechos y libertades Las damas de Blanco y otras tantas activistas luchadoras por los derechos civiles. Pero no vamos a alejarnos de nuestra historia patria por la independencia del yugo colonial español. En aquella época que resaltábamos a Mariana Grajales queremos hacer especial mención a una niña que se volvió mujer, patriota y madre en la manigua redentora. Ella no era una mujer cuando se unió a la lucha por la independencia, no era una persona cuajada en los asares de la vida, la particularidad de esta mujer y lo que la hace grande entre las grandes es que ella se hizo con todos sus valores e ideales en el fragor de la batalla, así y ahí forjó su carácter, principios una egregia personalidad. Un relevante merito para una mujer que no era, se fraguó durante y en el campo de batalla sin tiempo a penas para aprender. Nos referimos sin lugar a dudas a Bernarda del Toro Pelegrin de Gómez.
Nacía el 20 de agosto de 1852 en Jiguaní, Oriente cubano en el seno de una familia humilde y numerosa. No tuvo mucho tiempo para la educación familiar pues debía apoyar a su familia en los quehaceres del hogar. Pero si supo captar como debía comportarse una genuina mujer cubana. Se dice que  cerca de los 16 conoce al joven militar dominicano Máximo Gómez cuando a penas comenzaba sus andaduras como genial estratega en las guerras por la independencia de Cuba.
   Poco tiempo después en 1869  ya admiraba a su “viejo” y se unen en eterno matrimonio por las leyes de la manigua cubana, apadrinados por los insignes patriotas y masones Salvador Cisneros Betancourt y Fernando Figueredo. En los próximos  9 años  que le quedaban a la “guerra grande” formó todo sus valores junto a su amado y sus hijos, que iban llegando a la sombra de cada campamento, de cada movimiento de tropas, de cada combate. Así nacieron sus hijos y se fraguo su excelsa personalidad. Ella tuvo que aprender de la batalla diaria por la vida, esa misma que le hizo dar muestras de dignidad y valentía en el fragor de la contienda. Eso fue una de las cosas que la caracterizó y la distinguió de otras patriotas cubanas .Todavía recordamos aquel acto cuando devolvió a los españoles las 24 onzas  de oro que al terminar la contienda le entregaron para salir del país y la subsistencia de su familia, y cuando la emigración cubana en R. Dominicana quiso ayudarle y digo que “no debe  gastarse en pan, lo que hace falta para pólvora…” Actos como estos, su amor a la patria, su dignidad como madre, como cubana y su cariño eterno a su general y marido la distinguen y resaltan como un símbolo de mujer cubana. Esta es una de sus frases más conocidas:
   “Los que hemos dado todo a la Patria, padre, esposo, hijos, apenas si tenemos tiempo para ocuparnos de las necesidades materiales de la existencia, aún me queda mi hijo Máximito, de diecisiete años, que labrando la tierra me tare el pan bastante blanco con que satisfacer las necesidades de la vida y aún nos queda con que contribuir mensualmente a la redención de la patria…”
   No creo equivocarme que si parte de ese pan blanco de la dignidad y la redención patria imbuyó a las hoy dignas Damas de Blanco.
Paso a engrosar en panteón de las patriotas cubanas el 29 de noviembre de 1911
Nuestro respeto eterno a su memoria en el cual también recordamos el ejemplo de Laura Pollán y a nuestra querida  madre.

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