Hace unos días unos HH:. masones hicieron un
sencillo pero merecido homenaje a quien
fuera la madre de los Maceo. Realmente una mujer extraordinaria, valerosa y
digna que supo dar a todos sus hijos al cumplimiento del deber, en la lucha por
la independencia de Cuba. Una mujer y madre
que no tembló al perder a sus
hijos poco a poco en el deber sagrado de la patria, realmente admirable y por
tal motivo reconocemos el trabajo de los masones del Sob:. Cap:.Amor Fraternal n.3 en tan merecido
homenaje a Mariana Grajales en la plaza que lleva su nombre, tanto y más cuando
iban ataviados con su indumentaria masónica.
Han sido muchas las mujeres que a través de
la historia han dado sus vidas en la lucha por sus derechos y libertades, desde
Olimpia Gouges y Madame Roland que perdieron sus vidas durante la época
reaccionaria de la revolución francesa, por solo poner algunos ejemplos clásicos de la historia. En nuestra
patria, más cerca aún la historia nos recuerda a Adela Ascuy, Marta Abreu, Rosa
La Bayamesa,
Emilia Casanova, y otras muchas mujeres que lucharon décadas después contra la
dictadura de Batista, las asesinadas hermanas Giralt, Haydee Santamaría y otras
tantas madres e hijas.
Aún se
sigue luchando en actualidad por esos mismos derechos y libertades Las damas de
Blanco y otras tantas activistas luchadoras por los derechos civiles. Pero no
vamos a alejarnos de nuestra historia patria por la independencia del yugo
colonial español. En aquella época que resaltábamos a Mariana Grajales queremos
hacer especial mención a una niña que se volvió mujer, patriota y madre en la
manigua redentora. Ella no era una mujer cuando se unió a la lucha por la
independencia, no era una persona cuajada en los asares de la vida, la particularidad
de esta mujer y lo que la hace grande entre las grandes es que ella se hizo con
todos sus valores e ideales en el fragor de la batalla, así y ahí forjó su
carácter, principios una egregia personalidad. Un relevante merito para una
mujer que no era, se fraguó durante y en el campo de batalla sin tiempo a penas
para aprender. Nos referimos sin lugar a dudas a Bernarda del Toro Pelegrin de
Gómez.
Nacía el 20 de agosto de 1852
en Jiguaní, Oriente cubano en el seno de una familia humilde y numerosa. No
tuvo mucho tiempo para la educación familiar pues debía apoyar a su familia en
los quehaceres del hogar. Pero si supo captar como debía comportarse una
genuina mujer cubana. Se dice que cerca
de los 16 conoce al joven militar dominicano Máximo Gómez cuando a penas
comenzaba sus andaduras como genial estratega en las guerras por la
independencia de Cuba.
Poco tiempo después en 1869 ya admiraba a su “viejo” y se unen en eterno
matrimonio por las leyes de la manigua cubana, apadrinados por los insignes
patriotas y masones Salvador Cisneros Betancourt y Fernando Figueredo. En los
próximos 9 años que le quedaban a la “guerra grande” formó todo
sus valores junto a su amado y sus hijos, que iban llegando a la sombra de cada
campamento, de cada movimiento de tropas, de cada combate. Así nacieron sus
hijos y se fraguo su excelsa personalidad. Ella tuvo que aprender de la batalla
diaria por la vida, esa misma que le hizo dar muestras de dignidad y valentía
en el fragor de la contienda. Eso fue una de las cosas que la caracterizó y la
distinguió de otras patriotas cubanas .Todavía recordamos aquel acto cuando
devolvió a los españoles las 24
onzas de oro que
al terminar la contienda le entregaron para salir del país y la subsistencia de
su familia, y cuando la emigración cubana en R. Dominicana quiso ayudarle y
digo que “no debe gastarse en pan, lo
que hace falta para pólvora…” Actos como estos, su amor a la patria, su
dignidad como madre, como cubana y su cariño eterno a su general y marido la
distinguen y resaltan como un símbolo de mujer cubana. Esta es una de sus
frases más conocidas:
“Los que hemos dado todo a la Patria, padre, esposo,
hijos, apenas si tenemos tiempo para ocuparnos de las necesidades materiales de
la existencia, aún me queda mi hijo Máximito, de diecisiete años, que labrando
la tierra me tare el pan bastante blanco con que satisfacer las necesidades de
la vida y aún nos queda con que contribuir mensualmente a la redención de la
patria…”
No
creo equivocarme que si parte de ese pan blanco de la dignidad y la redención
patria imbuyó a las hoy dignas Damas de Blanco.
Paso a engrosar en panteón de
las patriotas cubanas el 29 de noviembre de 1911
Nuestro respeto eterno a su
memoria en el cual también recordamos el ejemplo de Laura Pollán y a nuestra
querida madre.
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