sábado, 6 de agosto de 2011

Unirse a Tiempo.

En un pequeño Shtetl del norte de Polonia vivía una pequeña pero vibrante comunidad judía compuesta de algunos artesanos y comerciantes. A pesar de su reducido número existían en la comunidad dos shuls, cada uno con su Rav.

Cada Shabat un grupo de hombres concurrían a la sinagoga del Rav Leib Oz, mientras otro minyan se formaba en la sinagoga conducida por el Rav Iehuda Arieh. Los dos Rabanim habían estudiado en la misma Ieshivá de Varsovia y compartían por lo tanto interpretaciones bastante semejantes de la Halajá. Ambos tenían en general una cordial aunque distante relación. Cuando uno de ellos tenía una duda con respecto a un drash le preguntaba al otro y se complacían (quizás por el vano orgullo de creerse más sabio que el otro) de ayudarse mutuamente. Sin embargo, salvo durante el último pogrom (y de eso ya había transcurrido bastante tiempo) en el que se habían consultado como era la mejor manera de ocultarse de los cosacos, no habían vuelto a reunirse y sus comunidades no gustaban de mezclarse. Las mujeres de cada Shul no cesaban de criticar (y a veces en forma muy despectiva) las vestimentas de las otras. Los hombres siempre comparaban las posesiones de cada comunidad y los arreglos que cada Shul hacía previo a cada Rosh Hashaná. Nadie sabía bien porque en ese diminuto pueblo existían dos Kehilot, pero así existían desde siempre y nadie estaba dispuesto a cambiar ese estado de las cosas.

Un Shabat previo a Rosh Hashaná se desató un incendio en una comarca próxima. El fuego llegó rápidamente al Shtetl y en pocas horas había consumido gran parte de las humildes viviendas. Esto obligó a que el Shul del Rav Oz tuviera que usarse para albergar a las numerosas familias que se habían quedado sin techo. Debido a eso, las dos kehilot tuvieron que pasar los Iamim Noraim en la sinagoga del Rav Arieh.

Al principio, cada uno de ellos se miró con recelo. Discusiones incesantes se sucedieron con relación a cuál comunidad ocuparía los asientos más cercanos al Hejal y quiénes pasarían primero para la lectura de la Torá. Las discusiones aún no se habían acallado cuando Rav Arieh comenzó su disertación. Habló de la envidia de los hijos de Jacov  por su hermano José, y del odio de Caín por Abel. Pero también habló de la ayuda que Aharón le había dado a Moisés, y del amor de José por Benjamín, el más pequeño de sus hermanos. -"La división de Israel y Iehudá hizo perder 10 tribus que nunca recuperamos. ¿Cuántas tribus más de nuestro pueblo seguiremos perdiendo por nuestras insensatas divisiones? Así como D´s reclamó a Caín por la muerte de su hermano, ¿no nos reclamará a nosotros por la muerte de algunas de nuestras comunidades por no unirnos a tiempo?".

....Cuando pasaron los Iamim Noraím, nadie quiso cambiar de sinagoga. Rav Oz se turnaba con Rav Arieh para dirigir los servicios en cada Shabat y la sinagoga de Rav Oz comenzó a utilizarse para albergar a los huérfanos del Shtetl y darles una educación judía precaria. En poco tiempo, ya nadie sabía desde cuándo existía una sola comunidad en ese Shtetl.

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"Se amigo de ti mismo y lo serán los demás ”-
Hasta la proxima, SHABAT SHALOM  y ...buen fin de semana

Gentileza del H:.Arturo Cómas
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Dedicada a los "Todos los Masones Cubanos"

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