domingo, 19 de junio de 2011

La Masonería Canaria del siglo XIX y la Independencia de Cuba.

Reproducimos integramente por su importancia para la historia esta notable pieza oratoria del QH:. Ramón González Socorro, tinerfeño oriundo de matanzas, Cuba, miembro de la RL:.Taoro n. 90 de la Orotava(tenerife). No le era lícito a la Orden masónica entrar en  debates de asuntos políticos ni religiosos pues su posición debía ser conciliadora. A pasar  de esto  y el sentimiento patrio  los masones canarios  de esta L:. si comprendían el ideal independentista y libertario de sus HH:.cubanos, lo que se hace patente en la despedida del H:.Ramón de su L:. y de sus HH:.. Se iba a luchar por hacer realidad esos ideales. Su abal masónico en Cuba lo había afirmado el RH:. y conocido independentista, amigo del H:.J. Martí, José Dolores Poyo.

V:. M:. y QQ:. HH:.

Permitidme que os dirija esta noche la palabra para expresaros mi gratitud por todo lo que os debo desde que tuve la honra de ser admitido por primera vez en el recinto luminoso de este Aug:. Temp:.

Los embates de una vida política azarosa han arrancado al seno de mi patria millares de sus hijos, que diseminados por la vasta superficie de la tierra, buscaron un asilo temporario a su infortunio, mientras que otros, quizás más predilectos, sellaron con su sangre y con su vida la unánime protesta de un pueblo esclavizado y oprimido que alzando la cerviz con noble orgullo, arroja al rostro del tirano sus cadenas.

Dos lustros hace HH:. míos, que comenzó para mi hermosa patria esa historia de páginas heroicas y sublimes; tesoro de epopeyas inmortales; santuario de grandezas y martirios. Durante esos diez años de vicisitudes y de constante y denodada lucha por la más generosa de las aspiraciones que puede abrigar el corazón humano, la libertad innata en la conciencia de todos los seres racionales; durante esos diez años de abnegación sin paralelo en las revoluciones de su especie, yo como una parte considerable de mis compatriotas, he compartido el negro pan del ostracismo ablandado con lágrimas amargas, lejos de aquel pedazo de tierra exuberante en donde vi la luz de la existencia; he llorado en países extranjeros las acerbas desventuras de mi patria; he trabajado en la medida de mis fuerzas por la consecución del fin grandioso que aquella revolución se proponía, y por más que repugna a mis principios la idea de la guerra, crimen perdonable cuando es la Razón la que a ella nos impele; por más que nunca el odio ha llegado a envenenar mis sentimientos con su maligno virus, yo, QQ:. HH:., obedeciendo a la voz de mi conciencia, impulsado por el más santo de los deberes, acepté con todas sus funestas consecuencias la causa de mi patria, que era la causa de la Humanidad, de la Justicia y del Honor, defendida en los campos de la preciada Antilla por un grupo de sus hijos más dignos y valientes.
El tiempo ha transcurrido inexorable y lento, y con él han ido sepultándose en el pasado las glorias y las sombras de aquella lucha colosal cuyos resultados han sido trescientos mil cadáveres y la orfandad, las lágrimas y el luto que esta clase de efervescencias han producido siempre. ¡Cuán terrible es la guerra hh:. míos! ¡Una revolución es el tremendo azote de todas las desdichas cerniéndose a la vez sobre un país! ¡El Hombre creado por Dios para regenerarse y hacer más pura y más perfecta su entidad moral por medio de la práctica de todas las virtudes; el Hombre llamado a ser la Caridad, la Perfección, convertido en exterminador de su propia extirpe, en destructor de su misma grandeza y en violador de su misión sublime y sacrosanta!

¡El Hombre enemigo de sus semejantes; un puñado de seres racionales matándose los unos a los otros; los miembros de una misma raza, los descendientes de una misma familia, los hijos de una misma madre, cebándose cual bestias feroces en la sangre de sus hermanos ante la Sociedad y ante el Eterno! La Razón, la Virtud, la Luz, la injusticia, la maldad y las sombras en amalgama cruenta confundidas, y todo porque aun la Sociedad no ha llegado a ilustrarse lo suficiente para despreciar el interés mezquino que embota los sentidos y sirve de aliciente a las pasiones!

Sí, QQ:. HH:., la Sociedad aún se deja fascinar por el doloroso y mísero oropel de que los vicios y el orgullo se revisten: sí, la ignorancia torpe se alucina; la vanidad maldita se enloquece; la ambición execrable se agita y exaspera ante el falaz aspecto del nauseabundo lucro. La ambición es el alma de todos los despotismos, de todas las opresiones, de todos los vicios, de todos los crímenes; el interés el germen de todas las desgracias, de todas las afrentas, de todas las miserias; el egoísmo es la causa de todas las usurpaciones, de todas las perversidades, de todos los horrores. Los vicios y el orgullo son el inicuo origen de ese espíritu de absorción insaciable y de dominio de que todavía vive poseído un número considerable de los hombres.

Yo detesto la guerra HH:. míos y desde lo más íntimo de mi conciencia he protestado siempre contra ella. La guerra en mi concepto es uno de los cataclismos sociales más horribles: pero en el Mundo, en el Universo, en la Naturaleza todo está sujeto a leyes invariables que tienen que cumplirse, pues tal es la voluntad divina del G:. A:. del U:. La guerra como todas las evoluciones físicas y morales es una de esas imprescriptibles necesidades que emanan de lo alto y el hombre debe doblegar la frente ante el fallo imperioso con que esa ley providencial le ordena ahogar su más irreprensible repugnancia.

Ah! Cuantas veces el deber nos obliga a sacrificar profundas convicciones en pro del bienestar de aquello que amamos con noble y desinteresado ardor. La Patria, la familia, el pueblo en que nacimos, el hogar, la sociedad, la Humanidad de que formamos parte y de cuya felicidad depende el porvenir; todo esto ¿qué implica, sino nuestros deberes y derechos para con los demás que en torno nuestro comparten la existencia?

El Hombre todo se lo debe a su Creador, excepto su propia personalidad que pertenece al mundo en que vive, a la patria que encierra sus más caras afecciones, a la familia que forma sus más tiernas y dulces simpatías, a su pueblo natal que guarda sus recuerdos más queridos, al hogar que le trae a la memoria los halagos más puros y afectuosos que hicieron su niñez hermosa y apacible, a la Humanidad en fin que le demuestra a todas horas su misión envidiable y majestuosa.

¡Dichoso aquel que es llamado a bañar en la gloria un nombre inmaculado! ¡Feliz aquel que lega a la posteridad el ejemplo de la abnegación y del civismo que inmortalizan y ennoblecen siempre! ¡Baldón al que se abstrae ante el dintel de la inmortalidad y del honor que ilustran y engrandecen! ¡Execración al ciego que se abisma en el crimen, dejándose arrastrar por la ambición maldita que pierde y asesina la conciencia!

La guerra QQ:. HH:. es grandemente horrible, pero, también es grandemente honrosa, cuando uno de los beligerantes obra en defensa propia, o tiende a la conquista de sus fueros hollados por un poder injusto y arbitrario; cuando uno de los partidos contrincantes lucha por arrancar de las manos de un déspota sus libertades patrias; cuando es la causa de la Humanidad y de la Justicia la que por medio de las armas se defiende; cuando se han tocado todos los resortes para evitarla, sin que el poder que oprime acceda a las demandas de su víctima, entonces ese pueblo, ese partido, esa causa, esa lucha, son a los ojos del Eterno grandes y esclarecidos, porque el hombre que compra con su sangre la felicidad de su país, obedece sí las inspiraciones del Sup:. Hac:. del Univ:., y sus hechos así como la causa que defiende no pueden, no deben confundirse con el crimen.

La culpa de esos desastres de que tantas hecatombes son el resultado más visible, el legado aparente; la culpa de esas catástrofes que dejan tras de sí la ensangrentada huella de la devastación, la muerte, el luto y la orfandad, la tienen los que mirando solo a sus particulares intereses oprimen y atropellan a sus semejantes, sumiéndoles en afrentosa servidumbre, para explotarlos por medio del terror, trocando en torcedor adusto y criminal el abrazo de hermanos que deben a su prójimo, en perjuicio de quien abusan del poder y de la fuerza.

He aquí porque la guerra es admisible; he aquí porque desde los tiempos más remotos la aureola del martirio viene ciñendo tantas frentes venerandas y la civilización surgiendo majestuosa de entre el fragor de las batallas, se presenta cual iris halagüeño en el limpio horizonte de los pueblos que más han combatido el despotismo, cuando la aurora hermosa de la paz disipe con sus rosados resplandores las tinieblas aciagas del afrentoso servilismo.

Pero, ¿cuánto más bello, cuanto más grato y más en consonancia con los santos principios de la moral universal, no sería el progreso ageno a los estragos de la guerra? ¿Cuánto más elocuente no sería el progreso bajo los auspicios loables y fecundos de la Paz? ¡Qué cuadro tan brillante, que espectáculo tan glorioso ofrecería el Mundo, hh:. míos, si deponiendo vanas presunciones, fatales y mezquinos intereses, aspiraciones torpes y egoístas, los hombres todos marchásemos unidos a la consumación del magnífico fin a que la Humanidad aspira y al cual, no lo dudéis, ha de llegar el Mundo dentro de pocos siglos, pues ya se dejan ver en lontananza los rayos fulgurantes de esa alborada espléndida precursora del día luminoso en que fijo en el cenit de la dicha el Sol de la Verdad difundirá su lumbre bienhechora por la vasta región del Universo.

Vosotros como yo participáis de esa esperanza; contempláis como yo las formas en que se manifiesta el adelanto a nuestros ojos y admiradores de esas metamorfosis gigantes, veis hundirse en el fondo del olvido las dudas y el error de siglos anteriores; veis morir los principios que fueron respetados en épocas lejanas; veis desaparecer en las ignotas sombras de los tiempos las viejas tradiciones y nacer de la bruma que ocultan sus vestigios las ideas modernas, los pensamientos de la época, más en armonía con la civilización; más amoldados a la cultura y a la ilustración a que ha llegado el Hombre en nuestros días.

¡Ojala QQ:. HH:. que nunca el negro desengaño, que la contraria y dura realidad no acibaren jamás vuestros corazones con pruebas tan tremendas como la que yo he visto soportar a mi país! Plegue al G:. A:. D:. U:. que estas islas acariciadas por el cierzo bendito de la paz y arrulladas por el canto feliz que entonan los soldados del trabajo, conserve esos halagos y escuche esas canciones placenteras mientras las frescas rachas del Océano se dejen deslizar entre las plantas y las flores de sus feraces campos y se oiga el manso ruido de las olas al estrellarse contra las apartadas rocas de sus gentiles costas!

Pero, no debo molestar más vuestra atención. Voy a concluir.

La suerte, HH:. míos, ha querido que antes de regresar a mi país después de una penosa emigración en la cual han pasado los años más floridos de mi vida, viniese yo a la tierra dichosa de mis padres en donde tuve el grandísimo honor de conoceros y de unirme a vosotros por los estrechos vínculos de la fraternidad masónica. Benignos habéis sido para conmigo, y jamás olvidaré la afectuosa acogida que me habéis dispensado desde entonces. Indigno fuera yo si no procurara al despedirme hacer patente mi agradecimiento hacia todos los obreros de este Tall:. aug:. de quienes tantas consideraciones he tenido ocasión de agradecer: por esto quiero demostraros mis buenos deseos, mi agradecimiento eterno al separarme de estas hospitalarias playas cuyo recuerdo llevaré impreso en mi imaginación, pues no es posible que se borre de mi memoria este país en donde ví la luz de la Verdad, realizando mis sueños de esperanza.

Desde hace mucho tiempo ansiaba yo pertenecer a esta Institución grandiosa, a esta agrupación de hombres escogidos dispuestos a contribuir al bien de la Humanidad; a esta Asociación de obreros del progreso, de soldados de la Civilización y apóstoles de la Verdad y la Virtud, que como los antiguos argonautas siempre al lado del débil, del oprimido, del desdichado, tremolan el estandarte protector de la Justicia, acogiendo a su amparo al infortunio.

Tal fue siempre la idea que yo me había formado de la Masón Yo miraba con recogimiento vuestros Temp:., creyéndoles recinto de riquezas y prácticas morales, veía con respeto vuestros sencillos distintivos, vuestras insignias, porque representaban a mi fantasía el símbolo elocuente del trabajo; os miraba a vosotros y me parecía descubrir en vuestros rostros algo de sublime que revelaba una intención honrada y un deseo ferviente de propagar el Bien y la Verdad, de combatir el mal y la mentira.

Así fue que cuando vosotros me franqueasteis las puertas de este Temp:. resp:., iniciándome en los misterios de la Ord:., aunque el raudal de aquella nueva luz hirió de lleno mi pupila, no quedé sorprendido ni admirado sino que respiré feliz y satisfecho al ver mis esperanzas realizadas.

Hoy HH:. míos próximo a regresar a mi país, cúmpleme haceros esta manifestación que espero aceptareis como una humilde prueba de mis verdaderos sentimientos para con los miembros de esta Log:. madre en que tuve el honor de conoceros y apreciar en su justo valor las dotes fraternales que os adornan.

Quiera el G:. A:. del U:. que iluminada vuestra inteligencia por su divina luz podáis como hasta aquí marchar con paso firme por la senda del Bien y propagando la idea de esta noble Asociación entre todos vuestros conciudadanos llegue un día en que ensanchado el cuadro de los obreros del Tall:. a que pertenecéis, no veáis en torno vuestro fuera de su seno, sino hermanos, en lugar de antípodas fanáticos, dispuestos a censurar los actos más llenos de gloria que entre los cuatro muros de esta Resp:. Log:. lleváis a cabo sin otro objeto que el de haceros dignos del nombre de masones.

Ah!, procurad qq:. hh:. que el número de los miembros de este aug:. Tall:. se multiplique; que las ideas que son vuestra divisa se difundan; que los mas:. del Valle de Orotava, aumenten su prestigio entre este pueblo esclavo todavía de las preocupaciones del error y el fanatismo; atraed a vuestro lado a todos los jóvenes honrados, a todos los hombres que puedan por su mérito hacer más conocido nuestro objeto y ese será el poderoso dique contra el cual veréis despedazarse la calumnia y la maldad de nuestros inicuos y viles detractores.

Dispensad QQ:. HH:. la difusa expresión de mis ideas grandes y buenas, pero faltas de orden y elocuencia, estad seguros de mi cordial afecto y confiad en mi agradecimiento inextinguible.

He dicho:

Diciembre 2 de 1878.
Yara, gr:. 3º.

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