sábado, 24 de marzo de 2012

La Masonería Española





LA característica más acusada en la masonería española es la atea y antinacional. Hemos visto en trabajos an­teriores la expresión de sus fobias anticatólicas y su ausencia absoluta de sentido español al servir los intereses extranjeros contra su Patria y buscar la intervención extraña cuando, con razón, se sentía más o menos amenazado.

Si nos circunscribimos a los días de nuestra Cruzada, a aquellos tiempos de la España sin ley en que una masa anar­cocomunista, bajo la dirección de capitostes masones, presidía los tristes destinos de la República española, la encontra­mos de nuevo mendigando en el extranjero acciones de vio­lencia y de intervención contra su Patria.

En un folleto publicado en la imprenta Lucifer, plaza de la Chapelle, 8, de Bruselas, en mayo de 1937, del que figura como autor el gran maestre nacional adjunto del gran oriente español, Ceferino González, y dedicado por el masonazo es­pañol “a su muy excelente amigo Felicianne Court, uno de los más puros valores de la francmasonería universal y el más entusiasta defensor de la causa de los francmasones españo­les”, personaje que ejerció durante muchos años el cargo de “garante de amistad en los valles de España”, .algo así como el comisario político masónico francés en la masonería española, se intenta presentar al público una persecución cruel y sanguinaria de los masones en nuestra Patria, al tiempo que se pretende arrojar sobre la Iglesia de Roma, blanco cons­tante de los odios de la secta, y sobre lo que el autor llama su “rabiosa intolerancia”, las culpas de cuanto en España ocurría.

Invirtiendo los términos del verdadero problema plantea­do, y sin duda para justificar las terribles persecuciones reli­giosas de que hizo objeto a la Iglesia la República española con sus quemas de conventos, disolución de jesuitas, leyes laicas, así como el asesinato cometido en aquellos mismos días, en la jurisdicción de la República, de más de siete mil entre obispos, religiosos y sacerdotes, pretende levantar so­bre la muerte, en las primeras revueltas de la guerra, de al­gunos cabecillas rojos de filiación masónica, la monstruosa calumnia de que la Iglesia Católica fuese la instigadora y la responsable directa de esas muertes.

La falsedad absoluta con que la francmasonería obra se puede juzgar por el siguiente párrafo que a continuación in­sertamos, copiado del folleto aludido, y que sometemos al juicio sereno de cualquier conciencia honrada. Dice así:

“Todo el mundo sabe también que el Levantamiento mili­tar fué preparado no en los cuarteles, sino en las oficinas de los altos dignatarios de la Iglesia, por los cardenales, los arz­obispos y otros eclesiásticos, los que han financiado la revuel­ta, los que han dirigido las Juntas revolucionarias y los que han mandado los pelotones de ejecución encargados de asesinar cobardemente la “élite” de la población civil española, y marcadamente los francmasones.”

El párrafo, como se ve, no tiene desperdicio. El odio de la masonería a la fe católica brota en la venenosa calumnia que el maestre incluye en su mensaje al mundo masónico.

Si masones eran los principales cabecillas rojos, los go­bernadores, muchos jefes de Policía y presidentes de Comités de salud pública, que desde los primeros momentos de iniciarse el Glorioso Alzamiento Nacional ejercieron el mando en la mayoría de los pueblos y lugares de España, ejecutando las órdenes circuladas con meses de anticipación para desenca­denar la acción general revolucionaria, a la que el Movimien­to Nacional salió al paso, ¿qué de particular tiene que hayan podido caer algunos masones en los primeros encuentros? ¿Qué pretendían? ¿Que cayeran los de abajo y se libraran los de arriba? ¿Qué de particular hay que en una guerra civil tan pródiga en sangre caigan los que militan bajo una bandera o se hacen responsables de crímenes monstruosos ante los Tri­bunales de Justicia y que, según propia confesión del autor del folleto aludido, más se destacaron? En la página 27 nos dice: “El valor y la heroica resistencia del Ejército popular español, que a la presente es casi enteramente mandado por masones”, lo que demuestra claramente que masones eran los principales actores de la España roja.

Lo que oculta, sin embargo, maliciosamente el masonazo español es que una gran parte de los masones asesinados en España lo fueron mientras estaban en la cárcel bajo la auto­ridad de Gobiernos y de jefes masónicos, y que esto se hizo cumpliendo órdenes de las logias para llevar a cabo la ven­ganza decretada por ellas contra los masones moderados que con Lerroux y otros radicales colaboraron el último año de la República con las derechas. Constituyen legión los diputados radicales masones que fueron fusilados sin proceso, cuando se encontraban en las cárceles o en sus domicilios, bajo la garantía de los Gobiernos y de las autoridades republicanas. Se ve que de los masones caídos sólo interesan los que servían a los rojos, pero no las víctimas del fratricidio masó­nico: el ex ministro Salazar Alonso, juzgado y ejecutado por un Tribunal popular irregular, sin causa alguna que pudiera justificarlo; Abad Conde, destacado masón republicano, ase­sinado durante la persecución inicua decretada por las logias contra los partidarios de Lerroux; Melquíades Álvarez, en un tiempo gran oriente español, asesinado en la cárcel oficial, bajo la custodia de las fuerzas del Gobierno, con otros mu­chos diputados y masones; López Ochoa, el destacado gene­ral masón, convertido en héroe de la República, muerto en el hospital de Carabanchel, donde estaba hospitalizado bajo la custodia militar del Gobierno republicano, por orden de las logias; Rico Avello, asesinado, ciertamente, por no haberse querido someter al dictado de las logias, y muchos otros dipu­tados radicales, que en provincias, y bajo el dominio de las autoridades republicanas, fueron sacados de sus domicilios para ser ejecutados por el único motivo de la “depuración” que querían hacer los masones entre los radicales. Todas es­tas personas pacíficas y prestigiosas no cuentan para el her­mano Ceferino González. Se necesita ser cabecilla rojo o fo­rajido para que el dolor masónico se acuse.

La masonería española es así y no podrá dejar de serlo. No ha ocurrido episodio en España durante siglo y medio en que, con motivo de cualquier clase de revuelta, revolución o guerra civil, no la aprovechase la masonería para atacar con monstruosas calumnias a lo que viene constituyendo desde su nacimiento el blanco de sus odios: la Iglesia Católica, Apos­tólica, Romana. Quemas de iglesias, persecuciones de frailes y de pacíficos sacerdotes, sin que jamás haya podido demos­trarse a través de la Historia la menor intervención de la Iglesia o de sus representantes en las calumnias que se levantaron.

El espíritu ateo y perseguidor de la fe católica vive peren­ne en la masonería continental, y especialmente en la españo­la; lo destila el calumnioso folleto que comentamos, que aca­ba descubriéndonos sin pudor en los siguientes párrafos su fobia anticatólica:

“Esto debería hacernos pensar a nosotros los francmaso­nes hasta qué límite debemos llevar nuestra tolerancia, pues a causa de esto, de que la República española y los francma­sones han sido excesivamente tolerantes vis a vis de hombres reaccionarios de la Iglesia, el que nosotros hayamos de sufrir este duro calvario.

“No se puede ser tolerante respecto de los que predican y de los que practican la intolerancia, la persecución, el odio y la exterminación contra todos aquellos que no quieran someterse sin condiciones a su tutela o a su tiranía. La tole­rancia en este caso equivale a una deserción del deber, a un pacto con el enemigo y muchas veces a una traición.”

Después de tan calumnioso y monstruoso exordio había de venir, como consecuencia forzada, la apelación a la soli­daridad masónica internacional, y entre otras muchas razones destaca el siguiente párrafo:

“En efecto, este gran conflicto ha puesto a prueba, fre­cuentemente con consecuencias trágicas, a muchos de nues­tros hermanos de España; pero al mismo tiempo es justo y natural que deba poner a prueba también de una manera im­perativa, categórica, sin que nadie pueda escapar a sus debe­res de ayuda y solidaridad a todos los francmasones del uni­verso, que no podrán jamás dejar de solidarizarse, ni moralmente ni materialmente, con sus hermanos de España, porque con ellos están sólidamente e indisolublemente unidos por sus principios, por sus juramentos solemnes prestados y por sus compromisos voluntariamente empeñados.” Y no he de cansar a los lectores transcribiendo sus jere­míacas e insidiosas apelaciones a los sentimientos humanita­rios de los pueblos por los bombardeos de las poblaciones ci­viles, que la paz demostró estar solamente en la imaginación masónica del autor; pero con ello se pretendía justificar el asesinato en masa de los ministros de la fe católica y movili­zar a los elementos masónicos del universo para la conjura internacional contra nuestra Patria, que con siete años de re­traso fructificó en la Organización de las Naciones Unidas donde tanto masón encuentra asiento.

18 de junio de 1950




Pd. Desconocemos el autor de este texto ( no aseguramos lo haya escrito Franco en su libelo "Masonería"), pero fijandonos en la fecha y analizando su contenido a cociencia podremos sacar alguna valoración positiva en la actualidad.
Perdonen el olvido, ya me lo imaginaba, este texto fue escrito por Franco en la fecha y libelo indicado










No hay comentarios:

Publicar un comentario