viernes, 6 de junio de 2014

Capacidad masónica de los pueblos de origen español

La especie «la Masonería que no habla inglés no es Masonería», es un reto gratuito e injusto lanzado por el difunto Dr. Robbins al rostro de los masones del mundo, del cual no se haría solidaria ni su Gran Logia de Illinois ni ninguna otra norteamericana. No seré yo, por cierto, el que venga aquí á recoger el guante tan impremeditadamente arrojado: campeones tienen los latinos y germanos más obligados á hacerlo; pero siquiera séame permitido
en estas líneas dar salida de algún modo, como válvula de escape, al vapor que tanto tiempo hace está en mi pecho comprimido, y aliviar, tal vez, el escozor que en mi espíritu produjeran semejantes palabras.
Esa igualdad abstracta en todas las instituciones de todos los tiempos y todos los pueblos es una quimera que sólo los espíritus estrechos ó malsanos han querido ó han pretendido encontrar. Ni aun ¡a Iglesia católica, la mayor de las colectividades civilizadas, ha podido lograrla. Sálvense los principios, los dogmas, evolucionen todos al mismo fin y habremos logrado nuestro ideal.
La Masonería actual ó especulativa es una Institución puramente inglesa, hecha por el pueblo inglés para ellos mismos y extendida más luego al resto del universo porque se comprendió su utilidad. ¿Podría en absoluto coadyuvar á ese en cualquier otro pueblo la mi misma manera que lo hace el inglés? ¿Son acaso los hábitos de este último, sus costumbres, su medio ambiente, su historia, su cultura, la de las demás naciones? Claro que no.
¿Pues cómo puede pretenderse que por ese camino se llegue al mismo fin?
En el inglés domina su extremado individualismo, es disciplinado, socialmente hablando, subordinado en sus jerarquías, hereda de los normandos sus hábitos de organizador y dominador, á lo que le ayuda su situación geográfica; de los celtas recibió el instinto de la fraternidad y el amor á la sociedad, aunque á primera vista parece excéntrico y hasta huraño, pero en su fondo es todo lo contrario.
Puede que no sea tan sensible como el latino, ni que tenga tanta imaginación, ni cree con tanta facilidad, pero todo eso lo suple con la confianza que tiene en sí mismo, con el espíritu de investigación, con el respeto incondicional á la ley y con el culto que rinde al éxito.
Es religioso, pero no fanático; acata la religión como base de la moral y hace esfuerzos inauditos para perfeccionarse.
En política, evoluciona constantemente y de ese modo ha logrado tener un Gobierno estable, democrático en su base, aunque su aristocracia sea de las más exigentes; es monarquía en el nombre, república de hecho, ha dado entrada al sufragio y se la está dando al socialismo, alberga en su seno á todos los proscriptos de la humanidad, ha educado sus colonias bajo la base de la libertad, y, aunque tenga sus lunares, como Juana de Arco y Santa Elena, tiene también sus glorias, que son innúmeras, consiguiendo hoy ser el pueblo más libre del mundo. Pues fue en ese pueblo, protestante, y no muchos años después de su revolución, en la que primero que Francia desafió el derecho divino de los reyes, que se desarrolló la Masonería. Amante el inglés más del fondo que de la forma, dio á la nueva institución el tipo de su Iglesia, el canto sustituyó el aparato de la Liturgia católica, la leyenda hiramítica no dio lugar al discurso y al fantaseo neolatino; pensaba más que sentía.
¿Podría decirse lo mismo del pueblo español?
No creo necesario detenerme mucho en presentaros la psicología de un pueblo con el cual estamos tan ligados y cuyos representantes abundan tanto aquí. Plumas tan bien cortadas como las de Altamira y Sanz y Escartín entre los españoles, Fouillée y Le Bon entre los franceses, y otros muchos, lo han pintado más ó menos exactamente. Muy pocos han sido los imparciales, abundando los que cometen la mayor de las injusticias al negarle el derecho de evolucionar también y creerlo aún en la Edad Media, entre autos de fe ó impulsados locamente por Amadís de Gaula ó Palmerín de Inglaterra. No, la España de  hoy no es la de Rodrigo de Vivar, ni el espíritu del Cardenal Cisneros preside las aulas universitarias; lentamente ella se desarrolla y sabe aprovecharse de sus lecciones.
No hay duda que el espíritu caballeresco y romántico aún domina; que la sensibilidad irritable y el exceso de amor propio no son muy difíciles de encontrar; que la indisciplina es la comidilla diaria; que á menudo la violencia se sobrepone al maduro juicio; pero también es cierto que existe en ese pueblo una gran voluntad, una gran resistencia, una tenacidad inmensa, que si antes se evidenciaban en sus luchas de doscientos años contra los romanos y de ochocientos contra los musulmanes, hoy se comprueba con su campaña en contra de su mismo desgobierno y en pro de la cultura y de la libertad de sus masas sociales.
El espíritu conquistador del siglo XVI, tanto en lo religioso como en lo político, va cediendo á la piqueta del libre pensamiento. Ni Corteses ni Pizarros existen ya para conquistar indios, ni Teresa de Ahumada ni Francisco Javier resucitarán para conquistar almas.
Es cierto, en medio de todo, que el carácter español ha degenerado; cúlpese de ello á la Inquisición (con perdón de JD. Juan Valera), que apoderándose de las conciencias quitaba al pueblo toda iniciativa, toda vida propia; cúlpese de ello al monaquismo, que al mismo tiempo que le robaba brazos á la agricultura y á la industria, infundía el fanatismo y la ignorancia; cúlpese de ello á América, cuyo oro, entrando á mares, infundía la idea de la ociosidad, la indiferencia por el trabajo material y el desdén por las profesiones y la ciencia.
Pero el estado moral y social actual de España deja mucho que desear todavía. La inmensa mayoría del pueblo cree aún que el Gobierno hace al pueblo y no el pueblo al Gobierno; la Iglesia tiene privilegios tan extraordinarios, que resulta una rémora; la instrucción pública progresa á paso lento, porque  no se le perdonan trabas; el pueblo está abrumado por las sargas públicas; la falta de población no deja desarrollar la industria que quiere tomar impulso, y parte de esa misma población hoy emigra á América en busca de lo que en casa no encuentra. ¿De qué le sirve á ese pueblo ser sufrido, tenaz y perseverante, si le faltan elementos reflexivos y prácticos, suficientemente altruistas que lo dirijan?
Ahora decidme, hermanos: ¿tiene la Masonería el mismo campo de acción en Inglaterra que en España? ¿Es por ventura la misma labor en uno y otro lado? ¿Deben ser las mismas armas de que se valgan los masones de uno y otro pueblo? ¿Cuál victoria será mayor cuando se logre?
Pero no es solamente España la que es objeto de nuestro estudio aquí, ni fue sólo Inglaterra la que motivó la frase objeto de nuestra desinquietud. Son también los hijos de una y otra: las ex colonias del continente americano, los desheredados de las Antillas y de
Sur América los que levantaron su voz, que no por estar emancipados de la patria potestad pueden ni deben renegar de su origen.
Los americanos del Norte vinieron á la vida política ya preparados para la libertad; los hidalgos ingleses venían á la Virginia, á la Georgia, á las Carolinas, á Maryland, á Pennsylvania á hacer patria, á quedarse allí definitivamente, mientras que los Peregrinos, en la Flor de Mayo, emigraban en busca de libertad religiosa, y los holandeses y los suecos, al establecerse en Nueva York y Delaware, iban dominados por un espíritu también de libertad. Esto sucedía desde los comienzos del siglo XVII. Pero no fue hasta muy entrado el XIX, que empezaron á llegar á la América española los verdaderos factores colonizadores, los que venían á regar este suelo con el sudor de su frente. Antes los colonos eran frailes 6 empleados, factores muy poco á propósito para el trabajo fundamental en la formación de los pueblos.
Pero no existe en América esa línea divisoria tan exacta que caracteriza los límites nacionales en Europa. La influencia de las otras naciones europeas, de la misma Inglaterra,
Alemania, Francia, Italia, hasta de Turquía, se ejerce entre las ex colonias; mientras que en esa misma nación norteamericana, las dos terceras partes de ella, desde California hasta Florida, desde el Erie hasta Tejas, son de origen latino, y aunque hoy no hablen inglés sus habitantes, no están aún derribados los solares de sus progenitores en Castilla ó Andalucía, en Aragón ó Valencia, en Bretaña ó en Orleans.
El conjunto, la colectividad nación es distinta en una ú otra sección. Y no es porque ni una ni otra hayan dejado de tener puntos afines, porque humanos todos son, pero unos y otros tienen que considerarse de distinta manera; los medios de gobierno, los métodos de vida, el carácter varían y, por tanto, necesitan tenerse en cuenta. Es muy difícil creer que Washington, á pesar de su patriotismo, de su talento, de su honradez intachable, jamás hubiera podido vencer á Canterac 6 á Laserna, mientras que Bolívar nunca hubiese obtenido las espadas de Burgoyne ó de Cornwallis.
Bien se están Saratoga y Yorktown para nuestros hermanos del Norte, nosotros tenemos bastante con Carabobo y Ayacucho.
Si Cochrane y Michael Brown, de pura sangre inglesa, coadyuvaron á la independencia de Chile 6 la Argentina, en cambio Lafayette, Rochambeau y otros muchos ayudaron á darle libertad á América antes que á su misma Francia.
Pero basta ya de disquisiciones político-sociales, necesarias para estimar la condición de los pueblos de cuya Masonería, reflejo de su sociedad en general, vamos á ocuparnos ahora.
Dígase lo que se quiera, al desarrollarse nuestra Institución en Inglaterra en el siglo XVII no dejó de tener múltiples tropiezos; la época de transición, el período anterior al establecimiento de la Gran Logia, hasta que no se definió bien el aspecto especulativo del nuevo organismo, fue de prueba, y aun mucho después de funcionar la Gran Logia, cuerpo que se juzgó necesario, como acto de centralización para la defensa propia, estuvo expuesta á caer más de una vez, y si se salvó fue por tener en su seno una gran parte de la aristocracia inglesa, que con su influencia le servía de barrera. Conocidos de todos los que estudian son los ataques que por la Prensa se le hacían, los millones de grabados en que se la ridiculizaba, las procesiones en que los londinenses se burlaban de ella y hasta el ataque rudo del clero católico al fundar éste la asociación de los gormógonos, única y exclusivamente para hacerle la contra á la Masonería.
De todos esos ataques triunfó la Masonería, no sólo por la bondad de su causa y por la excelencia de sus defensores, sino por la cohesión de sus miembros; pero, á pesar de todo, no pudieron evitarse las disensiones intestinas; hubo cismas, hubo antiguo Sr, hubo modernos y hubo, peor que todo eso, los inventores de Liturgias y Ritos que empezaron á desnaturalizar lo hecho. Del único grado primitivo, salió otro, y de ese, otro más, porque por algún tiempo reinaron sólo llamándose Masonería Primitiva. Pero no tardó en llegar el de Maestro de Marca y el del Arco Real, que se daban hasta ayer casi en la Gran Logia y, como si fuera poco, aparecieron en la lid el de Marinos del Arca Real, el de la Cruz Roja de Constantino, la Real Orden de Escocia, los múltiples de Templarios et cit  de eceteris en Inglaterra; que si á América nos referimos, ahí está Webb, que en sus nuevas Liturgias se encargó de variar lo inglés y hacer el Rito americano, y después fueron los mismos americanos los que, levantando el estandarte del Rito Escocés, que aunque fundado en Francia, estaba ya casi exánime, organizaron el actual para regarlo en seguida por el mundo entero. Los congresos y las convenciones se sucedieron, variando algunos, como el de Baltimore en 1843, la  manera de ser antigua de la Logia, haciendo que se trabajara allá en Cámara de Maestro. Se estuvo
á punto de establecer una Gran Logia General y, como consecuencia del fracaso de esa idea centralizadora, vino la reacción, y el resultado es que esa misma Liturgia masónica, única después que se establecieron los tres grados primitivos, no sea exactamente igual en Boston que en Filadelfia, en Tejas que en New York, en Oregón que en Louisiana, y cuidado que si á las leyes llegamos, nos encontraremos en un verdadero caos, lo que es lícito en un Estado no lo es en el otro: la perfectibilidad física, la jurisdicción exclusiva, la cruzada antialcohólica, las joyas, los adornos, todo varia.
Eso es en lo que toca á la forma, que en cuanto al fondo, si es verdad que como país próspero las Arcas de los Tesoros están repletas y que hay Asilos y se socorren viudas y necesitados y se ostentan soberbios Templos, también es cierto que se cometen algunas extralimitaciones que constituyen verdaderos delitos, cuales son las de no respetar la autonomía de las Grandes Logias y querer imponerse unas á otras.
Pero no es eso sólo: en ningún país del mundo ha jugado la Masonería el papel político como lo ha hecho en los Estados Unidos.
En ningún otro ha existido el partido antimasónico que, como tal, tomara parte en la cosa pública y acudiera á las elecciones municipales y de Estado y Presidenciales; su influencia arrebató á Henry Clay, Gran Maestro de Tennessee, la Presidencia de la República y hombres como Seward y Thurlow Weed y muchos más nos hicieron la guerra. Es cierto que este partido no lo formaban masones, pero, con franqueza lo decimos, fue provocado por ellos, por su intransigencia en el asunto de William Morgan.
Esa es, hermanos, la Masonería que habla inglés.

Conferencia en la leída de la Asociación de Veteranos Masones a la Logia "Unión Ibérica" de los Vall.', de la Habana, la noche del 21 de Febrero de 1910, por el ll.'. y Pod.'. h.'. F. de P. Rodríguez  Gr.-. 33.
Publicada en el Boletín de Gran Oriente español  24-12-1910


miércoles, 4 de junio de 2014

La Habana viaja hacia el pasado y hacia lo rural

por: Leonardo Padura

En su célebre conferencia dedicada a La Habana (filmada en los años
1970) Alejo Carpentier evocaba los días de su adolescencia, en las primeras décadas del pasado siglo, cuando, a pesar del rápido crecimiento de la capital cubana, los límites entre la rural y lo urbano todavía eran difusos.
Por ese entonces el “campo” aun solía meterse en la ciudad de las más disímiles formas, y el novelista recuerda como ejemplo muy notable el de las lecherías, donde se vendía la leche fresca, recién ordeñada de las vacas que, esa misma mañana, habían sido traídas desde los corrales cercanos a la urbe por unos recorridos fáciles de seguir a través del hedor y la presencia física de las deposiciones que los animales iban dejando a su paso.
Ya hacia los finales de la época histórica que recorre la evocación
carpenteriana (1912-1930), La Habana era una ciudad con las características fundamentales de la capital moderna y “el campo” se había retirado fuera de sus lindes.
Mercados y negocios de diverso tipo, cada vez más adecuados a la vida del siglo fueron surgiendo no solo en las zonas más comerciales, sino en los barrios de la periferia. Incluso, conceptos como el de la tienda por departamentos y lo que hoy se conoce como mall ya tenían una larga presencia habanera (ahí está, aun de pie aunque llena de heridas, “La Manzana de Gómez” ). Surcada por nuevas y cada vez más amplias avenidas, lo urbano se imponía definitivamente y daba la fisonomía que la ciudad mantuvo hasta la década de 1980.
La llegada del período especial, al despuntar el último decenio del siglo
XX fue una conmoción para toda la sociedad cubana y especialmente para su economía, desde los niveles macros hasta los más individuales. Fue ése un momento en que comenzó un proceso regresivo de lo urbano que ha sido llamado la ruralización de la ciudad que, en ciertas urbes del interior de la república, llegó a alcanzar niveles alarmantes. Varios signos muy visibles y otros menos evidentes se conjugaron para ir conformando ese proceso.
Un elemento sin duda catalizador de todo el fenómeno fueron las migraciones masivas del campo a la ciudad y del interior a la capital, que empujó a grandes masas de personas en busca de unas posibilidades mejores para su existencia (o simple subsistencia), al punto de que el gobierno trató de regular esos desplazamientos internos con leyes que no parecen haber sido especialmente eficaces. Con esas personas, de hábitos específicos, muchas veces marcadamente rurales, y el crecimiento paralelo de una marginalidad citadina provocada por la propia crisis y las múltiples dificultades cotidianas, La Habana fue sorprendida por acciones como la de colocar ollas en las aceras para cocinar con leña, la cría masiva de cerdos incluso en el interior de viviendas con mínimo espacio y la venta callejera de productos agropecuarios.
Todas esas manifestaciones, sumadas al deterioro acumulado, y para ese entonces acelerado, del componente físico de la ciudad (edificios, calles, aceras, alcantarillas, espacios públicos), La Habana fue alejándose rápidamente de su anterior esplendor y adquiriendo la imagen de Feria de los Milagros con un marcado sabor campestre, surcada por arroyuelos de aguas albañales, lagunas en las furnias callejeras, parques convertidos en solares yermos o vertederos.
Lo peor de todo fue que ese espíritu de abandono caló en la conciencia de sus moradores ancestrales o recién llegados, hasta profundidades peligrosas. En las últimas semanas, al calor de las primeras medidas ya en práctica para la actualización del modelo económico cubano, La Habana ha recibido un nuevo impulso en su proceso de ruralización: apresuradas construcciones de zinc para la venta de cualquier artículo, esquinas tomadas por vendedores de productos agrícolas que colocan la mercancía directamente en el cajón en que han sido transportadas, el incremento masivo de la cría de cerdos que luego nutrirán mercados y rústicos puestos de ofertas gastronómicas que se van expandiendo por todo el territorio, en un avance geométrico, sin orden ni concierto, sin respeto por el urbanismo ni demasiadas preocupaciones por la salubridad.
Esta avalancha de lo rural y lo efímero se suma a la situación ya existente desde los años 1990 y no superada en la mayoría de los casos (calles intransitables, edificios derruidos, casas mal pintadas o jamás pintadas, rejas sin un atisbo de intención estética, criaderos de cerdos en jardines y patios), creando una sensación de retroceso más que de progreso, de vuelta a los orígenes más que de evolución.
Sin lugar a dudas la causa de este fenómeno es en primer término económica, aunque en sus manifestaciones tiene un fuerte componente social y cultural. Si bien la supervivencia y la búsqueda de alternativas es una reacción inmediata con la que los cubanos tienen que luchar, también resulta evidente que la falta de controles, la degradación de las costumbres, la falta de sentido de respeto por el derecho ajeno, la imposición de la ley del más fuerte, el más inculto, el más pícaro, y la filosofía de que “hay que resolver”, al precio que sea, están bullendo en la misma olla callejera donde se deteriora el aspecto y la cultura de la ciudad.
La ruralización de La Habana (algunos llaman al proceso como haitianización”, para hacerlo más doloroso y específico) es una realidad con la que ya estamos conviviendo, y tanto que muchas veces ni siquiera reparamos en ella, como si ver un carretón de caballos o un cerdo paseado como un perro fuese lo más natural del mundo en una capital del siglo XXI.
Pero si lo miramos con detenimiento, costaría trabajo admitir que en la época de las grandes superficies comerciales, de la lucha por la conservación y el reciclaje, en tiempos en que se sabe que el mantenimiento de la higiene es uno de los elementos esenciales para el buen funcionamiento de un sistema de salud, La Habana y Cuba, en general, se estén moviendo en sentido contrario, como si hubiéramos abordado una máquina del tiempo enganchada en la marcha atrás, sin que se vislumbre un muro de contención para ese proceso de deterioro que afecta por igual lo físico y lo moral, lo material y lo espiritual.

Enviado por el H:.Tomás Pina Alonso

Yo frente al monumento a  Martí en el Parque Central

Junto al "Caballero de París", Convento de San Francisco


Aquí  en la plaza de la Catedral. Estas fotos son de hace tres años,como  extraño a mi Habana Vieja!, aunque soy del Cerro.