viernes, 8 de abril de 2011

El Martí que quise conocer.

José Martí con 39 años en una de las pocas imágenes que se conservan de cuerpo entero.


-José Martí nace en San Cristóbal de la Habana en 1853, el  patriota, el político y el intelectual, el más universal de los cubanos  y Apóstol de nuestra independencia, más que todo es conocido por su labor literaria. ¿Pero cómo era realmente Martí?
 -Como pocas fotos e imágenes a simple vista vemos al niño, al joven, al Delegado del PRC casi siempre igual, delgado, mirada seria y rostro impasible. Vamos a tratar de recoger en algunos testimonios e imágenes suyas, como era fisonómicamente, el Martí que quise conocer.
-Una de las primeras descripciones que se tienen de él, o más bien alusiones a su físico lo encontramos del oficial español Felipe Noy al describirle en su entrada en presidio en abril de 1870, con solo 17 años:
-Su estatura, su cara, su boca y su nariz, eran regulares, su color, bueno (para la época bueno, era el color de los blancos), sus ojos pardos, su pelo y las cejas, castaños, la barba lampiña, presentaba una cicatriz en la barbilla (con toda seguridad de sus travesuras infantiles) y otra en el dedo anular.”
 Este triste episodio de su vida de presidio en las canteras de San Lázaro marcaría su personalidad y su anatomía para toda la vida, sus consecuencias fueron una constante en su salud.
-Cinco años más tarde en un retrato hecho en México, tenía el pelo ensortijado, ancho bigote, boca de labios llenos, barbilla levantada, gesto entre orgulloso y soñador”, su frente comenzaba a ensancharse.
-En república Dominicana: En  marzo de 1895, el sastre Ramón Antonio Almonte toma sus medidas para un traje, el último que se mandó a hacer:
-Pantalón:
Fuera: 102
Dentro: 78
Cintura: 80
Cadera: 81 (97)
-Saco:
Hombros: 45
Largo: 76
Omóplato: 20
Manga
Fuera: 82
Dentro: 50
-Chaleco: 65
-Tenía una estatura de 5 ½ pies y un peso de 140 libras, como vemos el físico no denota su grandeza.
-El dominicano Federico García Godoy decía: “que tenía una faz simpática y una cara expresiva”
- Su hermano del alma, Valdés Domínguez: “En su persona, la personalidad de un caballero de salón estaba unida a la familiaridad secuestradora de corazones”
-Enrique Loynaz del Castillo decía que: “Martí era de prestancia natural y elegancia sin afectación”. El pintor cubano Federico Edelmann le veía, “nervioso e impaciente”
-El poeta mexicano Urbina decía que: su frente era ancha, lisa, como un horizonte”.
-Rubén Darío, a quien Martí llamó hijo, decía que tenía “ojos vivases y bondadosos”.
-Sus ojos al decir del guatemalteco Antonio Jáuregui: “tenían como almendras de La Habana mucho de dulce y nativo y eran oblongos y rasgados, melancólicos y tiernos, como los de los árabes.”
-Su voz decía Urbina, que era uno de sus dones: “era de barítono atenorado, una linda voz, cálida y emotiva, que parecía salir del corazón sin pasar por los labios, y así entrar en nuestra alma, por milagro del sentimiento”.
Cuando en noviembre de 1889 se presenta por primera vez en el salón Hardman de N. York y según -afirmara el Portorriqueño Roberto Todd que: “su voz electrizaba, infundía fe ciega en la causa de la revolución y en la absoluta necesidad de tomar las armas y emprender la lucha”.
-Domingo Estrada decía que: “un rato de conversación con Martí, instruía más que un año de lecturas”, Se mostraba dueño del secreto de la palabra. Darío comentaba: “nunca he encontrado ni en Cautelar, un conversador tan admirable”. “En la tribuna decía Enrique José Varona, casi la abrazaba, la llenaba, al dar salida al raudal impetuoso de sus pensamientos que empujaban las palabras y rebosaban de ellas, como de un cause demasiado estrecho para contenerlas”.
-Bernardo Figueredo, hijo del patriota, decía: “Martí no era hombre festivo y de bromas, si tenía buen sentido del humor, y cuando se producía alguna manifestación en ese sentido, participaba de ella también, eso sí, era contrario a toda vulgaridad”.
-Sotero Figueroa expresaba que: “a su lado no había rangos ni categorías, el más perspicaz de los observadores tenía que rendirse ante aquella relación hermosa, entre sus palabras y sus actos”. Se equivoca el que piensa que Martí adulaba a sus mejor posicionados alumnos: “de hombre a hombre hablaba, y para él, solamente lo era aquel que no se doblegaba al oro o la lisonja, los halagos, la soberbia y la envidia”.
Aquel hombre pequeño de cuerpo y grande de alma de voz cautivadora, era apasionado del canto, la pintura, la música, la escultura y la danza. Dominaba a su vez el francés y el inglés, el italiano, el portugués, el griego, el latín y el hebreo.
-Según Horacio S. Rubens: Martí en pleno quehacer diario: “No camina, corre, las escaleras las subía de dos en dos los escalones”. Los hijos de su amigo Manuel Marcado le veían estupefactos trabajar por su agilidad. “No levantaba la cabeza, por la que pasaba su mano de cuando en cuando, y escribía, escribía sin detenerse, un instante, completando los renglones en segundos y cambiando de hoja en pocos segundos”.
-Juan E. Bory fiel H\ Masón de la “Logia Quisquilla n. 15” que estuvo junto a él en sus últimos días en R. Dominicana y que le ayudó a transcribir el Manifiesto de Montecristi, vio en el “aquel mirar con ojos soñolientos, y aquella pluma en manos intranquilas, produciendo cuartillas inmortales; agotado, enfermo, pero constante en sus propósitos libertadores y con fuerzas todavía más espirituales que físicas, para empeños en que los jóvenes robustos no le sacaban ventaja”.
-Así era “El Martí que quise conocer”; Ese cuerpo sencillo y algo frágil, esa voz serena y cautivadora, esa alma grande, fuerte y vigorosa, Que pudo unir a “os pinos nuevos con los viejos robles al camino de la independencia y la república”.
Así fue según sus contemporáneos,   -“El Martí que quise conocer”.

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