José Martí con 39 años en una de las pocas imágenes que se conservan de cuerpo entero.
-José Martí nace en San Cristóbal de la
Habana en 1853, el patriota, el político
y el intelectual, el más universal de los cubanos y Apóstol de nuestra independencia, más que
todo es conocido por su labor literaria. ¿Pero cómo era realmente Martí?
-Como pocas fotos e imágenes a simple vista vemos
al niño, al joven, al Delegado del PRC casi siempre igual, delgado, mirada
seria y rostro impasible. Vamos a tratar de recoger en algunos testimonios e
imágenes suyas, como era fisonómicamente, el Martí que quise conocer.
-Una de las primeras descripciones que se tienen de él,
o más bien alusiones a su físico lo encontramos del oficial español Felipe Noy
al describirle en su entrada en presidio en abril de 1870, con solo 17 años:
-Su estatura, su cara, su boca y su nariz, eran regulares, su color, bueno (para la época bueno, era el color
de los blancos), sus ojos pardos, su pelo y las cejas, castaños, la barba
lampiña, presentaba una cicatriz en la barbilla (con toda seguridad de sus travesuras
infantiles) y otra en el dedo anular.”
Este triste episodio de su vida
de presidio en las canteras de San Lázaro marcaría su personalidad y su
anatomía para toda la vida, sus consecuencias fueron una constante en su salud.
-Cinco años más tarde en un retrato hecho en México,
tenía el pelo ensortijado, ancho bigote, boca de labios llenos, barbilla
levantada, gesto entre orgulloso y soñador”, su frente comenzaba a ensancharse.
-En república Dominicana: En marzo de 1895, el sastre Ramón Antonio Almonte
toma sus medidas para un traje, el último que se mandó a hacer:
-Pantalón:
Fuera: 102
Dentro: 78
Cintura: 80
Cadera: 81 (97)
-Saco:
Hombros: 45
Largo: 76
Omóplato: 20
Manga
Fuera: 82
Dentro: 50
-Chaleco: 65
-Tenía una estatura de 5 ½ pies y un peso de 140 libras , como vemos
el físico no denota su grandeza.
-El dominicano Federico García Godoy decía: “que tenía una faz simpática y una cara expresiva”
- Su hermano del alma, Valdés
Domínguez: “En su persona, la personalidad de un
caballero de salón estaba unida a la familiaridad secuestradora de corazones”
-Enrique Loynaz del Castillo decía que: “Martí era de
prestancia natural y elegancia sin afectación”. El pintor cubano Federico
Edelmann le veía, “nervioso e impaciente”
-El poeta mexicano Urbina decía que: su frente era
ancha, lisa, como un horizonte”.
-Rubén Darío, a quien Martí llamó hijo, decía
que tenía “ojos vivases y bondadosos”.
-Sus ojos al decir del guatemalteco Antonio Jáuregui: “tenían como almendras de La Habana mucho de dulce y nativo y eran
oblongos y rasgados, melancólicos y tiernos, como los de los árabes.”
-Su voz decía Urbina, que era uno de sus dones: “era de barítono atenorado, una linda voz, cálida y emotiva, que
parecía salir del corazón sin pasar por los labios, y así entrar en nuestra
alma, por milagro del sentimiento”.
Cuando en noviembre de 1889 se
presenta por primera vez en el salón Hardman de N. York y según -afirmara el
Portorriqueño Roberto Todd que: “su
voz electrizaba, infundía fe ciega en la causa de la revolución y en la
absoluta necesidad de tomar las armas y emprender la lucha”.
-Domingo Estrada decía que: “un rato de
conversación con Martí, instruía más que un año de lecturas”, Se mostraba dueño
del secreto de la palabra. Darío comentaba: “nunca he encontrado ni en Cautelar,
un conversador tan admirable”. “En la tribuna decía Enrique José Varona, casi
la abrazaba, la llenaba, al dar salida al raudal impetuoso de sus pensamientos
que empujaban las palabras y rebosaban de ellas, como de un cause demasiado
estrecho para contenerlas”.
-Bernardo Figueredo, hijo del patriota, decía: “Martí no era hombre festivo y de bromas, si tenía buen sentido del
humor, y cuando se producía alguna manifestación en ese sentido, participaba de
ella también, eso sí, era contrario a toda vulgaridad”.
-Sotero Figueroa expresaba que: “a su lado no
había rangos ni categorías, el más perspicaz de los observadores tenía que
rendirse ante aquella relación hermosa, entre sus palabras y sus actos”. Se
equivoca el que piensa que Martí adulaba a sus mejor posicionados alumnos: “de
hombre a hombre hablaba, y para él, solamente lo era aquel que no se doblegaba
al oro o la lisonja, los halagos, la soberbia y la envidia”.
Aquel hombre pequeño de cuerpo y grande de alma de voz cautivadora, era
apasionado del canto, la pintura, la música, la escultura y la danza. Dominaba
a su vez el francés y el inglés, el italiano, el portugués, el griego, el latín
y el hebreo.
-Según Horacio S. Rubens: Martí en pleno
quehacer diario: “No camina, corre, las escaleras las subía de dos en dos los
escalones”. Los hijos de su amigo Manuel Marcado le veían estupefactos trabajar
por su agilidad. “No levantaba la cabeza, por la que pasaba su mano de cuando
en cuando, y escribía, escribía sin detenerse, un instante, completando los renglones
en segundos y cambiando de hoja en pocos segundos”.
-Juan E. Bory fiel H\ Masón de la “Logia Quisquilla n. 15” que estuvo junto a él en sus últimos días
en R. Dominicana y que le ayudó a transcribir el Manifiesto de Montecristi, vio
en el “aquel mirar con ojos soñolientos, y aquella pluma en manos intranquilas,
produciendo cuartillas inmortales; agotado, enfermo, pero constante en sus
propósitos libertadores y con fuerzas todavía más espirituales que físicas,
para empeños en que los jóvenes robustos no le sacaban ventaja”.
-Así era “El Martí que quise conocer”; Ese cuerpo sencillo y algo
frágil, esa voz serena y cautivadora, esa alma grande, fuerte y vigorosa, Que
pudo unir a “os pinos nuevos con los viejos robles al camino de la
independencia y la república”.
Así fue según sus contemporáneos, -“El Martí que quise conocer”.
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