domingo, 25 de diciembre de 2011

José Martí en la Navidad de 1891

Monumento erigido a José Martí en Tampa, EE.UU.

   Después de la visita de Martí Tampa del 25 al 28 de noviembre de 1891, la presencia del maestro en Cayo Hueso, tierra hospitalaria, pareció impuesta por la razón, la cordura y el  patriotismo. No quisieron ser tardos ni remisos los cubanos que en el Cayo se habían refugiado y la iniciativa de dos excelentes servidores de la libertad, Ángel Peláez y Gualterio García, se aprestaron a allanar las dificultades que se oponían al logro de escuchar la palabra del maestro.
   “Una comisión organizada en el club San Carlos, regenteado por el meritísimo Martín Herrera, se encargó de todo lo concerniente a la recepción de Martí, el alma del nuevo esfuerzo de Cuba. De semejante comité gestor fueron presidente Ángel Peláez del Pozo, secretario Gualterio García, tesorero Frank E. Bollo y vocales Aurelio C. Rodríguez, José G. Pompez y Genaro Hernández.
   Los trabajos de la comisión adelantaron por horas. Mas era necesario contar con la seguridad de la visita,  y esto vino a depararlo la intervención del patriota José Dolores Poyo. En su periódico El Yara apunto el general deseo del ver en Cayo Hueso al prócer, que se apresuró a poner a Poyo, en 5 de diciembre de 1891, una epístola expresiva de su ansia de correr  al Cayo a la par que de su resolución de no satisfacer semejante anhelo mientras no se llamase, por que entendía  que era tan dulce obedecer el mandato de sus compatriotas  como era indecoroso solicitarlo. Los cubanos de Cayo Hueso una vez preparados los festejos populares para el caso, invitaron debidamente al maestro, quien el 16 de diciembre dirigió a Peláez, desde Nueva York el despacho telegráfico así concebido:
   “Acepto con contento vivísimo, me es imprescindible  presidir aquí una reunión a prima noche. Puedo salir en el tren de las doce para Tampa y llegar a esa el 22”.
   El aviso prendió en todos los  corazones cubanos de Cayo Hueso el entusiasmo y la fe, el júbilo y la esperanza. Los patriotas ardían en deseos de congregarse alrededor de aquel a quien atribuían capacidad para ser sostén y luz de las aspiraciones republicanas.
   El manifiesto que en 22 de diciembre de 1891 publico en Cayo Hueso  la comisión  presidida por Ángel Peláez  exhibió  lo que acerca de los designios de Martí se pensaba por la gente sincera y previsora.
    Sin embargo del anuncio de la llegada para el día 22, la misma se retardó por acuerdo de la comisión organizadora de las próximas fiestas. El 24 se hallaba Martí en Tampa. Dude allí telegrafió a Ángel Peláez que se encontraba “enfermo pero cerca del noble Cayo”. Pocas horas después, el 25 de diciembre de 1891, en el vapor Olivette, arribó el Maestro a Cayo Hueso. Los brazos cubanos se abrieron para estrechar al campeón de la libertad. Martí continuaba siendo victima de pertinaz y no leve dolencia. Pero el genial alterador estaba ya sobre el campo de acción: pronto se verían brillar los destellos de su extraordinario talento y de su magno corazón.

Emeterio S. Santovenia en: “Un día como hoy”


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