Imágen CCIR
Brindis de Salas en sus mejores días luciendo dos trofeos, la Orden de la Cruz del Äguila Negra y un Stradivarius, obséquio de sus admiradores.
Corría el año de 1852 cuando nace en la Habana quien sería
considerado por los críticos y músicos de su tiempo como “el Paganini negro” uno de
los más virtuosos del instrumento de su época y el más relevante violinista
cubano hasta nuestros días.
Claudio José Domingo Brindis de Salas y Garrido nacía en la
calle Águila de la capital cubana el 4
de agosto de 1852, hijo del también
destacado músico Claudio Brindis de Salas. De el le vino la inclinación musical
aunque su abuelo Luís de Salas, un militar también negro se las
ingenió para costearle una carrera como violinista en Europa.
En el Conservatorio de Paris inicia su aprendizaje destacándose por su entusiasmo
y virtuosismo desde los primeros momentos, a tal punto que se gradúa con honores
habiéndose destacado como estudiante a
las órdenes de los ilustres Humbert Léonard y Camilo Sivori. Inicia así una
ardua, talentosa y virtuosa carrera como concertista y compositor. Comienza a participar con los mejores de su
época recibiendo las mejores y las relevantes críticas. Todos los que le
escuchaban se deleitaban y asombraban con su audáz talento y virtuosismo.
Recorrió las más renombradas salas y teatros de Europa y América, siendo
Alemania, Paris y San Petersburgo (donde fue el primer cubano en actuar) donde
más destaco, los italianos se rindieron a su destreza, al punto de bautizarle como “el paganini
negro”. Siempre deslumbraba, maravillaba, emocionaba y entusiasmaba donde
quiera que iba. Cualquier auditorio por grande que fuera siempre se abarrotaba
para deleitarse con el “paganini cubano”. Pues para aquellos tiempos era
complejo que un negro destacara en la llamada música de concierto, en el no
resaltaba su raza ni su origen, deleitaba con su talento.
En Paris fue condecorado con la Orden de la legión de Honor
y en la corte Berlinesa el emperador le otorgó la Orden de la Cruz del Águila Negra y
nombrado Barón de Salas, aunque siempre orgulloso de su cubania, ostentaba la
nacionalidad alemana luego de casarse con una bella joven.
Gira tras gira, teatro tras teatro aumentaban la fama y las
riquezas del joven cubano, pero al parecer esa fue su perdición, No
todas las almas buenas logran superar las embates de la fama y el dinero, y a
ellas sucumbió. Al igual que su padre murió pobre, enfermo y solo, que triste
final para tan sublime talento. Casi irreconocible debido a su estado de
deterioro y pobreza, le hallan en la cuidad de Buenos Aires donde se había
instalado. Es primeramente enterrado en
una fosa común y luego gracias a amigos bonaerenses y cubanos es trasladado a mejor sitio. Posteriormente con
la ayuda de cubanos es trasladado a la habana, donde reposan sus restos. Primero
en el panteón de la sociedad de músicos
cubanos y actualmente a la iglesia de Paula. Había muerto en el mes de junio de
1911, unos afirman el día 2 otros el 9. Gracias a amigos y admiradores, hoy sus
restos aunque casi olvidados, descansan en paz.
Sello postal en su centenario
En una oportunidad, luego de un concierto en la Republica Dominicana
un periodista escribió en El Listin Diario:
“…El violín de Brindis de Salas no es un violín, es un ser
humano, un ser que solloza, que ríe, que llora, que gime, que ama, que palpita
de amores infinitos…”
A años de su muerte y reivindicando su prolífica obra el historiador cubano Néstor
Carbonell expresó en su honor:
“…Solo se hunden para siempre al morir, en la soledad y el
silencio, aquellos que a su paso por el mundo no dejaron más huella que una
sombra. Porque los héroes, pensadores, poetas y artistas, para cuantos en fin
cruzaron el mundo dando luz, morir no es acabar, sino cambiar de vida”
Imagen de su casa natal en la actualiad en la calle Águila
Imagen de su casa natal en la actualiad en la calle Águila
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