lunes, 5 de septiembre de 2011

El Lecho de Procusto



Decía el QH:. José Marti: "la tolerancia no quiere decir simpatía, quiere decir miramiento en todo igual a uno y a otro punto".El que tenga oidos, que oiga

Tres recursos utilizan la masonería para transmitir sus enseñanzas: el ejemplo, el símbolo y la leyenda. En numerosos libros se afirma que la institución de la escuadra y el compás es todo lo contrario al lecho de Procusto. Se refieren a la leyenda que la tradición ubica en la antigua Grecia y que trata sobre un pastor de gran estatura y corpulencia llamado Procusto que vivía en un lugar muy apartado de las montañas de la región. Cuando agotado por la marcha aparecía alguna persona por esos lugares, Procusto, con suma amabilidad, le brindaba techo y comida.
Cuando llegaba la noche, el amable gigantón insistía en que el forastero ocupara su cama mientras él se acomodaba en cualquier rincón de la cabaña. Pero una vez que el huésped se dormía Procusto lo observaba con    detenimiento.   Si   –como casi siempre ocurría— su cuerpo no cubría todo el lecho, el pastor lo amarraba de pies y manos y tiraba por uno y otro lado, hasta que el cuerpo del infeliz forastero –ahora descoyuntado— quedaba acomodado al tamaño de su cama. Pero si el forastero sobrepasaba la estatura de Procusto, este también lo amarraba, pero esta vez para con un hacha le rebanaba los pies hasta reducirlo a su tamaño.
Nunca debemos pensar que somos la medida de lo bien hecho. Nuestro método es trabajar como taller, que significa, en conjunto sobre cada uno de nosotros, como decía José Martí, la masonería desarrolla la virtud en el hombre limándose la vanidad “en roce y creación” entre sus miembros. A veces encontramos que un hermano  proclama que “la verdadera masonería” o “el trabajo masónico” es lo que él hace, que en no pocas ocasiones es lo que le resulta más fácil o lo que puede hacer, y desvalora lo que realizan otros hermanos. O sea, acomoda la institución a sus posibilidades personales, que la fuerza de la masonería radica precisamente en la variedad de los hombres que la integran y el aporte diferenciado que cada cual puede hacer en favor de sus fines.
Tolerar es aceptar la existencia del otro, no el compromiso de compartir sus criterios. Si nos molestamos cuando alguien pretende imponernos su manera de pensar, comencemos por reconocer el derecho de los demás a pensar diferentes a nosotros.  De no ser así, dejaríamos de cumplir el precepto XIV de la Constitución de la Gran Logia de Cuba que dice: “Sólo pueden recibirse masones los hombres libres…” El primer grado de la libertad es la libertad de pensamiento y esta sólo se materializa con el derecho a expresar lo que se piensa.
Las diferencias de opiniones pueden ser un estímulo para mejorar la obra. Cuando se impone algo nos acomodamos, nadie nos llama la atención sobre los posibles errores y corremos el riesgo de considerar que poseemos la verdad absoluta. Repitamos como oración matutina: “No hagas a tu hermano lo que no quieras que te hagan a ti.”
“El alma que se convierte en espada –decía Martí—tarda mucho en volver a ser beso.” Por eso, para mantener la armonía en una logia debemos cuidar tanto las palabras como la ley. La masonería nos adiestra en defender nuestras ideas sin necesidad de rebajar el lenguaje ni utilizar los métodos profanos de desvalorizar a quien debate con nosotros ni, mucho menos, considerarlo enemigo, porque entre hermanos no cabe este concepto. Pensar diferente no nos hace enemigos y, mucho menos, cuando respetamos la ética y los principios jurídicos de la masonería.
La ley nos hace igual a todos y por eso debemos respetarla para entendernos. La ley que no se aplica --o la que se aplica indebidamente—hace el mismo efecto de una pequeña grieta en un bote que si nos descuidamos puede hacer agua hasta hundirse. Para desmentir una falsa acusación José Martí escribió estos versos:
Miente como un zascandil*
El que diga que me oyó
Por no pensar como yo
Llamar a un cubano “vil”.
¡Qué dijera yo de aquel
De opinión diversa, si
Me llamara vil a mí
Por no opinar como él!

¿Quién con injurias convence?
¿Quién con epítetos labra?
Vence el amor. La palabra
Sólo cuando justa, vence.

Si es uno el honor, los modos
Varios se habrán de juntar:
¡Con todos se ha de fundar
Para el bienestar de todos!

Luchemos con todas nuestras fuerzas contra todo rasgo de Procusto que se anide en nuestros sentimientos. La masonería se sostiene sobre dos columnas: la fraternidad y la democracia. Si alguna de ellas se resiente peligra todo nuestro templo espiritual. Ninguno de nosotros es el centro del mundo, pero todos juntos podemos ser el mundo.



* zascandil: hombre despreciable, ligero y enredador.

Colaboración del QH:.Eduardo Masquez M:.M:. RL:. José de la Luz y Caballero   enviada por el Q:.H:.Ernesto Ocaña M:.M:. RL:.MInerva


No hay comentarios:

Publicar un comentario