jueves, 8 de agosto de 2013

Masonería, masones españoles y cubanos. José Martí

 Tomado del texto: La Masonería española y la emancipación colonial
Por Manuel de Paz, revista de indias 2006
  
Sin embargo, todo parece indicar que militares como José Ximenez de Sandoval
y Bellange (1849-1921), que alcanzo un muy destacado rango militar en el
Ejército español de su tiempo, parecen desmentir este aserto. Su hoja de servicios resume su participación en un acontecimiento trascendental para el futuro de la Guerra de Independencia de Cuba y de este país, especialmente en sus relaciones con Estados Unidos, tal como aseguro Ramiro Guerra. Así, aparte de destacar su labor en la reorganización de las fuerzas de voluntarios de San Luis y Palma Soriano en el Oriente de Cuba, nada mas incorporarse a la campana en la primavera de 1895, tuvo frecuentes tiroteos con el enemigo, y teniendo en cuenta  que este, en numero de 700 jinetes y 300 infantes, se encontraba acampado en las orillas del río Contramaestre, marcho en su busca el 19 de mayo, hallándolo en Dos Ríos, donde sostuvo rudo combate, durante el cual fueron rechazadas varias cargas de la caballería insurrecta, siendo muertos el titulado Presidente de la República.
Cubana Don José Martí y otros importantes cabecillas. Además, continua este esclarecedor documento, a pesar de los inauditos esfuerzos hechos por los rebeldes para recuperar el cadáver de aquel no pudieron conseguirlo, y fue conducido a San Luis después de una notable retirada de 20 leguas.
La oración fúnebre que pronuncio Ximenez de Sandoval, ante los restos mortales de José Martí, que habían sido expuestos a los ojos incrédulos del público, fue calificada de sentida y brillante por fuentes cubanas. El coronel español interrogo a los presentes, en el desolado cementerio de Santiago de Cuba aquella noche del 27 de mayo de 1895, por si algún paisano de los allí presentes deseaba decir unas palabras de despedida, pero, al no obtener respuesta, pronuncio el siguiente discurso:
Señores: Cuando pelean hombres de hidalga condición, como nosotros,
desaparecen odios y rencores. Nadie que se sienta inspirado de nobles sentimientos
debe ver en estos yertos despojos un enemigo... Los militares españoles
luchan hasta morir; pero tienen consideración para el vencido y honores para
los muertos
La tradición, más que la evidencia histórica, ha considerado masón a Ximenez
de Sandoval. Tal como relata Miguel Ángel Valdés, el 19 de mayo de 1895
tras la caída de Martí en Dos Ríos, la fuerza española se retiro rumbo a Remanganaguas, un poblado cercano al lugar de los hechos, y el coronel español, que era el jefe de la columna que le dio muerte, hizo llegar a las fuerzas cubanas una nota o esquela en la que podía leerse:
Llevo a vuestro Presidente herido; si muere, le haré un buen entierro; si vive
os lo devolveré
Lo más relevante, en el presente contexto, es que esta nota aparecía firmada
con signos masónicos. Ximenez de Sandoval, según carta remitida después de la
guerra a Enrique Ubieta, manifestó que, realmente, cuando llego a la cantina de Modesta Oliva, procedente con sus soldados del lugar de los hechos, le había indicado que, si venían los insurrectos, les dijese que llevaba el cadáver de José Martí, muerto en el fuego de la mañana. Otros testimonios, como el del médico de la columna española Juan Gómez, que recoge también el citado Miguel Ángel Valdés, apuntan al propio sanitario militar como autor de la nota, ante el peligro de una embestida de los cubanos para recuperar el cadáver de Martí. Se indica, además, que el autor de la nota enlazo los nombres de Martí y de Sandoval con una rosa y una cruz, símbolos del grado 18o del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, y que, en fin, el oficial medico entrego el papel a un ayudante y le ordeno que lo clavase en un árbol. No obstante, el aviso parece contradictorio, pues, aunque utiliza símbolos masónicos, se advierte a las fuerzas perseguidoras que, en caso de atacar a la retaguardia española, se tomarían represalias contra un Martí que, según la propia nota escrita presuntamente por el médico militar Juan Gómez, no estaría muerto sino gravemente herido. Otras fuentes, empero, señalan sin ambages la autoría de Ximenez de Sandoval.
Valdés, en este sentido, arguye que no era de extrañar que tal vez por razones militares Ximenez de Sandoval negara, después de la guerra, la existencia del papel, y añade que parecía indudable que Sandoval fue masón, aunque como militar español no podía hacer ostensible su condición de tal, perseguida como era la Masonería en España. Apunta también que el cadáver de Martí, embalsamado, estuvo expuesto en Santiago de Cuba en el suelo, quizá de intento o por casualidad, pero según la costumbre masonica. Finalmente, tras reproducir el discurso del coronel español, Valdés afirma que, Ximenez de Sandoval, encarga a Bofill, director del Museo de Santiago de Cuba, afirmo acerca de José Martí que, al saber por mi la muerte, en el mismo campo de la acción me causo impresión de tristeza
Entre 1889 y 1892 un José Ximenez Sandoval, teniente coronel de Infantería, figura entre los miembros de Almogávares, nº 10 de Zaragoza, un taller perteneciente al Grande Oriente Nacional de España. También había reforzado, entre 1889 y 1891 los balaustres del capítulo rosa cruz César Augustano, de la misma ciudad y obediencia. Residía en Huesca, al menos en 1890, y, en ese mismo año, estaba en posesión del grado 32º del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, tenía el nombre simbólico de Xenofonte y figuraba como nacido en La Habana, en torno a 1844.
Son frecuentes los errores de los cuadros lógicos respecto a las fechas y los
lugares de nacimiento de los integrantes de la Orden, tal como hemos podido
comprobar en diferentes estudios relativos a los siglos XIX y XX, pero es cierto que José Ximenez de Sandoval y Bellange, que figura según su hoja de servicios como nacido en Málaga el 22 de julio de 1849, ostentaba en las fechas que se indican, es decir, entre 1889 y 1892 el rango de teniente coronel de Infantería. El 8 de diciembre de 1894 ascendió a coronel de su Arma y, el 30 de noviembre de 1895, ciño la faja de general de Brigada por méritos de guerra. Alcanzo, en 1912, el rango de teniente general y, hasta su muerte que tuvo lugar el 24 de febrero de 1921, fue designado, entre otras destacadas responsabilidades militares, Capitán General de la VII Región Militar, en 1914-1915, y ocupo, en 1915, la máxima instancia en la II Región Militar, hasta que ceso, a petición propia, en 1918, alegando motivos de salud. Al año siguiente paso a la situación de primera reserva.
Es lógico, por tanto, que a este ilustre militar español no le interesase desvelar, si es que existieron, sus antiguos vínculos con la Orden del Gran Arquitecto del Universo, sobre todo después de la extraordinaria campaña que se desato contra la masonería en España, durante y después de la crisis del noventa y ocho, al ser culpados los masones de los fracasos y las irresponsabilidades de las administraciones de la Restauración respecto a las últimas colonias españolas. A falta de otras pruebas, parece que los testimonios sobre una nota con signos masónicos dejada como aviso o advertencia a las fuerzas cubanas en la cantina de Modesta Oliva, en la que se unían los apellidos de Martí y Sandoval mediante el símbolo masónicos del grado 18º o Rosa Cruz o, al menos, la vinculación del jefe militar español con la masonería cobra cierta verosimilitud, dado que Ximenez de Sandoval si estuvo destinado en Zaragoza-Huesca entre finales de junio de 1889 y principios de noviembre de 1893. El 13 de noviembre de este último año marcho a Melilla, participo en operaciones militares en el Norte de África, pero regreso ya en marzo-abril de 1894 al distrito de Aragón hasta que, el 29 de marzo de 1895, fue destinado al Ejercito de Cuba, llegando a La Habana el 6 de abril.
El 13 de abril estaba en Santiago de Cuba, permaneciendo desde entonces en
operaciones de campaña.
La información sobre José Ximenez de Sandoval es relevante por distintas
razones, principalmente, quizás, porque los datos de su destino militar en Zaragoza- Huesca constituyen, hasta la fecha, la única prueba plausible de su vinculación a los tallares aragoneses antes mencionados, pues no parece que existiesen otros José Ximenez de Sandoval, al menos con el rango de teniente coronel de Infantería, en aquellas fechas, por lo menos en el citado destino militar. Y, desde luego, porque no parece que este y otros militares españoles, vinculados a la masonería y activos militarmente durante las guerras emancipadoras de Cuba y Filipinas, tuviesen la más mínima duda a la hora de cumplir con sus deberes patrióticos y militares, tal como demuestra el hecho de que la columna mandada muy directamente por Ximenez de Sandoval acabase, el 19 de mayo de 1895, es decir, al principio de la contienda cubana, con la vida del máximo representante de la revolución independentista, con un José Marti cuya desaparición no cabe duda que influyo en el futuro inmediato de la guerra y, desde luego, en el devenir histórico de la propia Perla del Caribe. Otro caso notable, en cuanto a la lealtad de los militares españoles vinculados a la masonería, es el del médico y general laureado Rosendo Castells Ballespi, al que luego nos referiremos brevemente.
Antes o, incluso, de forma paralela al propio general Franco, otros divulgadores sembraron en libros y libelos la idea del complot como único modo de interpretar el Desastre. En connivencia con los gobiernos de la época, escribe Francisco Ferrari Billoch, el general Blanco, marqués de Penaplata (h:. Barcelona), nuestro último gobernador en Cuba, y los generales González Parrado (h:. Jesucristo) y Fernández Bernal (h:. Kleber), hubieron de entregar la Gran Antilla al ejercito yanqui de ocupación, en el que figuraban, que se sepa, los masones Kent, Batos, Chafe, Summer, Ludlow, Ames y Wood, cumpliéndose así los acuerdos de la Masonería universal, que había decretado la perdida de Cuba para España en castigo de su tenacidad29. No importa que algunos de estos presuntos masones no tuviesen, como no la tuvieron jamás, relación alguna con la masonería, ni que su trayectoria personal desmienta a todas luces cualquier veleidad o concesión
a los movimientos emancipadores, la cuestión es que se hacía preciso justificar la guerra sin cuartel contra un enemigo monstruoso e implacable, cuyos tentáculos hacían girar el relato de la historia a capricho de sus intérpretes, y, por ello, la raíz del problema puede hallarse por ejemplo en Prim, militar pundonoroso muerto en circunstancias singulares, a quien se culpa, acto seguido de lo indicado anteriormente, de la deshonrosa proposición de venta de Cuba, como si no fuera suficientemente conocido que, entre 1868 y 1878, había tenido lugar en la Perla de las Antillas la Guerra de los Diez Años y que España no estuvo dispuesta, en ningún momento, a ceder sus prerrogativas sobre tan preciada colonia, causa esta mas cierta que las nebulosas conspiraciones de una masonería profundamente dividida internamente y enfrentada, en Cuba y en la propia Península, entre obediencias que se negaban su mutuo reconocimiento y su razón de ser, al
disputarse, por ejemplo, sus propios derechos de territorialidad, es decir, el derecho a ocupar el territorio nacional de un país de manera exclusiva.
Son los mismos autores que dan credibilidad absoluta a la denuncia del diputado Cano López, el 15 de febrero de 1935, respecto a la presencia de altas jerarquías militares en los cenáculos de la Orden en España, y que consideran masones a generales que nunca tuvieron relación alguna con la masonería, o que, en algunos casos, destacan la pertenencia efectiva a la organización hiramita de militares como el veterano general Miguel Cabanellas Ferrer, cuyo comportamiento durante la conspiración y la subsecuente guerra civil iniciada en 1936 no fue, precisamente, un modelo de lealtad a la República, tan atacada precisamente por su permanente y activo masonismo político, según se afirma. Lo que sí parece cierto es que, a raíz de la perdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, algunos sectores republicanos creyeron que, al fin, había llegado su hora y que, a partir de entonces, España podría reencauzar un destino de regeneración y progreso a favor de la democracia, de la reconstrucción nacional y de las libertades públicas, pues les parecía increíble que, tras las perdidas territoriales que se acababan de experimentar y de las que culpaban a los políticos de la Restauración, el país no estuviese en condiciones  inmejorables para cambien el rumbo de la historia.

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