domingo, 12 de enero de 2014

Joaquín de Agüero y Agüero. Proto-martír camagüeyano de la independencia de Cuba

imagen camagüeyanos.com

Concurrimos a rendir homenaje a nuestro hermano Joaquín de Agūero y Agūero, en el aniversario 156 de su ascenso a la inmortalidad.
Nació en Puerto Príncipe, el 15 de Noviembre de 1816, hijo de Manuel Antonio Agūero y de la Torre y de su prima, Luisa Agūero y Duque Estrada.
Tenía 9 años cuando el colonialismo español ahorcó en la Plaza de Armas, hoy Parque Agramonte, a Francisco Agūero Velasco, primer mártir de nuestra independencia. A pocos pasos de donde fue inmolado ese otro hermano nuestro, los principeños sembrarían cuatro palmas reales para homenajear, en las narices del opresor, a Joaquín de Agūero, Tomás Betancourt, Fernando de Zayas y Miguel Benavides, que fueron fusilados en la Sabana de Méndez el 12 de Agosto de 1851.
Joaquín de Agūero  contrajo matrimonio el 7 de enero de 1839 con su prima Ana Josefa Agūero Perdomo, que comprendió y compartió sus ideales. La primera bandera cubana hecha en nuestra tierra, salió de las manos de esa camagüeyana en julio de 1851.
Desde 1841, Agūero tuvo que hacerse cargo, al morir su padre, de la familia, por lo que solamente alcanzó a graduarse de Bachiller en Leyes. Dos años más tarde, en 1842, funda en Guáimaro una escuela pública, en reconocimiento de lo cual es hecho miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País, institución que se destacaba por su apoyo a la instrucción pública, casi totalmente abandonada por el desgobierno colonial español.
El 3 de febrero de 1843, cuando Ignacio Agramonte contaba solo un año de edad, liberta a sus 8 esclavos y les da tierras para que puedan vivir como hombres libres, hecho que lo convierte en el primer antiesclavista coherente de Cuba. También en ese año, el 4 de marzo, es el padrino en el bautismo de un niño, en Guáimaro, que se llamó Gregorio Benítez Pérez, llegó a ostentar el grado de General mambí y a ser uno de los que se negaron a aceptar el Pacto del Zanjón, para luego ser capturado y ajusticiado por los españoles durante la Guerra Chiquita.
Escuchemos las opiniones de Joaquín de Agūero, respecto a la esclavitud, en sus propias palabras:
“Cuál es el derecho (...) que tiene un hombre  para apoderarse de otro por la fuerza y venderlo como si fuera propiedad suya? (...) Ninguno, ciertamente ninguno (...) Y no se nos diga que nosotros no tenemos la culpa de los crímenes de nuestros antepasados (...) estamos obligados a reparar la injusticia de nuestros antepasados, devolviendo la prerrogativa y el derecho de hombres a nuestros hermanos, los hombres de color, a quienes solo el abuso más brutal de la fuerza y el olvido de todo buen principio de moral, de justicia y de humanidad, ha podido traer a semejante estado de degradación y vilipendio”.[1]
En junio de 1843 viajó a Estados Unidos y permaneció tres meses en Filadelfia, ciudad donde fue firmada la Declaración de Independencia de las 13 Colonias en 1776. También en esa ciudad, al terminar la Guerra de Independencia, se redactó la Constitución de los Estados Unidos en 1787. No hay que olvidar que durante el siglo XIX. Filadelfia fue el centro del movimiento abolicionista norteamericano.  Es ciudad donde se rinde culto a la memoria de Benjamín Franklin, uno de los Padres Fundadores de la nación norteamericana, que fundó allí la primera biblioteca pública, y la primera universidad verdaderamente moderna y científica con que contó la nueva república. No existe constancia de si desarrolló actividades masónicas en esa ciudad, llamada “del amor fraternal”, pero sí sabemos que utilizó como nombre masónico Franklin, y esto resulta muy significativo. Es conocida la posición antiesclavista de este patriota y sabio norteamericano.
En el año de 1849 funda y dirige la Sociedad Libertadora de Puerto Príncipe, a la vez que la tradición masónica lo señala como Maestro de la Logia primitiva "Camagūey" , según testimoniantes que sobrevivieron.
Todo cubano debe conocer un documento esencial de nuestra historia: el Acta de Independencia de Cuba firmada en San Francisco del Jucaral el 4 de Julio de 1851, sin que conste ninguna anterior de este cariz.
“En presencia del Supremo Legislador del Universo, a quien invocamos, llenos del más profundo respeto para que nos asista con sus luces (...) de hecho y de derecho nos constituimos en abierta rebelión contra todos los actos o leyes que emanen de nuestra antigua metrópoli: desconocemos toda autoridad de cualquier clase y categoría que sea, cuyos nombramientos y facultades no traigan su origen exclusivamente de la mayoría del pueblo de Cuba, solo en moral a quien reconocemos con facultades para darse leyes en la persona de sus representantes. Bien penetrados de la inmensa responsabilidad que echamos sobre nosotros asumiendo los derechos y representación de todos nuestros hermanos de Cuba”[2]. En la parte donde Joaquín de Agüero jura desempeñar correctamente la jefatura del alzamiento, este documento inmortal dice: “...a desempeñar cual me dicte mi conciencia el cargo con que me envestís, que depositaré en manos de los representantes del pueblo Soberano cuando pueda ser convocado libremente”[3].
No fue un hombre rico. El patrimonio que heredó fue modesto, y no lo acrecentó, todo indica que ganar dinero no estaba entre las prioridades de su vida, entregada al servicio de sus semejantes. Cuando las autoridades españolas se lanzaron como buitres a confiscar sus bienes en 1851, luego de su fusilamiento, solo pudieron incautar un humilde colgadizo o vivienda con techo de una sola agua, en Nuevitas, y un sitio llamado San Luis, en Monteoscuro, que incluso estaba arrendado.
Como las palabras de una de sus últimas cartas están dirigidas a sus compañeros, es decir, a sus hermanos masones, escuchémoslas como lección extraordinaria de calidad humana.  Les dice, y por tanto nos dice, que no quiere venganza, sino:
(...) que honren la memoria mía, de este pobre hombre que tuvo la desgracia de no llevar a cabo su pensamiento, quizás porque no era tiempo aún o lo que creo más bien, porque le faltaron los medios; que la honren digo, uniéndose todos como un solo hombre para conseguir, a costa de toda clase de sacrificios, la libertad de nuestra patria. Ilustraos, hermanos míos, reformad vuestras costumbres, si queréis ser libres. Elegid con tino y reserva jefes que os guíen, que os respondan de las altas facultades con que debéis investirlos; obedecedles mientras se hallen al frente de vosotros, mientras llenen su deber y de no, precipitadlos sin compasión ni escrúpulo del sublime puesto en que hayan tenido el alto honor de ser colocados. Después de conseguir la libertad, tened cuidado con los jefes militares o con los ciudadanos, cualesquiera que ellos sean, que aspiren a conseguir altos puestos. Solo este conato sea considerado como un delito de lesa república; el deseo de mando, la manía de empleos y de condecoraciones, eximan a unos pocos de prestar ciertos servicios al Estado, o los exoneren de ciertos cargos porque son síntoma de tiranía.[4].
Tampoco puede caer en el olvido que el día 23 de julio de 1851 una tropa totalmente integrada por cubanos, bajo sus órdenes, por primera vez combatió en campo abierto con tropas españolas enarbolando nuestra enseña de la estrella solitaria. Bien poco se conocen los nombres de quienes se inmolaron ese día por nuestras libertades: Antonio María Agūero Duque Estrada; Juan Francisco Torres; Mariano Benavides; Francisco Perdomo y Victoriano Malledo, este último un esclavo fugitivo, primer hombre negro caído en combate por la libertad de Cuba, que unió su sangre con la de sus 4 hermanos blancos en la finca San Carlos. Los partes españoles son confusos, al parecer sufrieron 2 muertos y  3 heridos.
Acosado, trató de salir del país por Punta de Ganado, donde fue sorprendido por una traición el día 22 de julio de 1851, cerca de la 1 de la madrugada. Junto con Tomás Betancourt, luego de hacer fuego contra las fuerzas españolas, se lanzó al mar, donde tuvieron que ir a capturarlos los lanceros.
Cuando fue fusilado, aquel 12 de agosto, las principeñas cortaron sus hermosas cabelleras en señal de luto, y muchas familias abandonaron la ciudad, algunas para siempre. Un distinguido músico negro de la villa, de apellido la Rosa, llevó al pentagrama una composición de impresionante belleza: La Sombra de Agūero. Durante años fue interpretada al piano en viviendas y sociedades criollas, como la Filarmónica, o Santa Cecilia, luego se perdió. Recientemente fue rescatada en una investigación, dentro de un programa de Maestría en Cultura Latinoamericana que se desarrolla en nuestra ciudad, y nuevamente sus notas rinden homenaje a nuestro hermano mártir.
Uno de los hombres que lo acompañó en el combate de San Carlos, nuestro hermano Augusto Arango, fue dejado sobre el campo, dado por muerto, por los españoles. Luego fue capaz de levantarse y llegar hasta una finca próxima de su familia, donde su hermano Agustín, que era médico, curó sus heridas. Llegó a ostentar el grado de Mayor General en la Guerra del 68, y fue vilmente asesinado junto al arroyo Juan de Toro, en el actual Casino Campestre. Fue el jefe mambí que tomó Guáimaro con sus tropas, antes del alzamiento de Clavellinas. Otro de sus compañeros de armas, José Rafael Castellanos Guillén, murió en la Guerra de 1895, combatiendo por la libertad, a la edad de 91 años. Así tenemos una idea de sus compañeros de lucha.
Hoy lleva su nombre la Plaza que ocupa el lugar en que fue fusilado. Allí comienza la Avenida de los Mártires, por donde fueron llevados hasta el patíbulo, por decenas, otros fundadores gloriosos de nuestra nación y nuestro pueblo. Desde la Avenida de los Mártires, la calle que antes se llamó Reina, y ahora ostenta el más democrático nombre de República, lleva al otro extremo de la ciudad, donde se extiende, completando el símbolo, la Avenida de la Libertad, por donde entraron las tropas mambisas en el 1898. También ostentan el nombre de Joaquín de Agūero, entre otros,  un contingente de constructores, una calle del barrio de la Vigía y una Logia masónica camagüeyana. De muchas formas se asegura que no caiga jamás en el olvido. Este es otro intento, modestísimo, para que las nuevas generaciones tengan el privilegio de disfrutar las lecciones de cubanía, patriotismo, abnegación y valor de ese hermano nuestro.





[1] Agüero, Francisco. Breve reseña de los hechos más notables de la vida de Joaquín de Agüero hasta su fusilamiento en 12 de agosto de 1851. En Cento, Elda. Op. Cit. P 86.
[2] Cento, Elda. El camino de la independencia. Joaquín de Agüero y el alzamiento de San Francisco de Jucaral: Editorial  Ácana. Camagüey, 2003, pp 89,90.
[3] Ibid, p 91.
[4] Agüero, Francisco. Op.cit.
Por: Fabio Pedro Palacio Figueredo 32º ExM;,R:. y B:.L:. "La Voz del Maestro"
Enviado por el QH:.Jorge Domínguez 33º

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